03/05/2007, Jueves de la 4ª semana de Pascua. San Felipe y Santiago, apóstoles
Corintios 15, 1-8, Sal 18, 2-3. 4-5 , san Juan 14, 6-14

Ha sido noticia en España el nacimiento de la última hija de los Príncipes de Asturias. Y ya surgen todo tipo de opiniones acerca de la Sucesión Real, y de las condiciones necesarias para asumir tal dignidad… Y, entre los «unos» y los «otros», se está montando por aquí un tinglado del que sólo diré que me parece muy divertido. Eso de contemplar cómo las grandes y más serias plumas del país emplean su preciosa tinta en escribir sobre tales cuestiones, y de la manera cómo lo hacen, no deja de ser un espectáculo bastante exótico.

Y pensaba yo, leyendo la prensa, que los cristianos somos más que príncipes, porque somos estirpe real, y por el Bautismo reinamos con Jesús resucitado. Si los ángeles tienen prensa propia, andarán escribiendo sobre qué es lo que se espera de unos reyes como nosotros, sobre qué modos debemos adoptar para estar en este mundo que nos ha sido entregado.

«Cuando Jesús acabó de lavar los pies a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía.»» He aquí nuestro «manual de estilo»; esto es lo que se espera de unos reyes como nosotros: que reinemos al estilo de Cristo, nuestra Corona. Y si Él, Rey de Cielos y Tierra, ha gobernado su Reino lavando los sucios pies de sus apóstoles, nuestro modo de reinar no puede ser otro que el del servicio.

Y así, cuando vean los ángeles que un cristiano se desposa con el lujo y la comodidad, deshonrando a la corona de espinas que debe ceñir su frente, me imagino a un querubín echando pestes en la angélica prensa acerca de ese matrimonio bastardo. Y cuando un Hijo de Dios flirtea con la sensualidad o la lujuria, imagino al angélico de «El Paraíso, diario independiente de la mañana», atronando a la corte celestial con sus diatribas. Y cuando un bautizado, llamado a heredar el Reino de los Cielos, emparenta con la mentira, sobre cuyo padre dejó algo dicho el Señor en el Evangelio, imagino al Peñafiel de «La Estrella Celestial» escribiendo relámpagos de indignación, y recordando al heredero de la corona (a mí, a ti), las palabras que hoy nos trae la Escritura: que «el criado no es más que su amo», y que la única esposa que cuadra a tan regia estirpe es la Dama Pobreza, hermana de cuna de la humildad y la castidad, e hija de la Princesa Verdad.

Y he imaginado a la Reina Madre, a María, muy preocupada por el desposorio de sus hijos, leyendo la angélica prensa y mirándonos de hito en hito… ¡Qué cosas imagino! ¿verdad?