Comentario Pastoral
PENTECOSTÉS

¿Qué significa celebrar Pentecostés? Significa tomar conciencia de nuestra ciudadanía celeste, reconocer el valor de lo especial sin evasiones, profundizar en la vivencia pascual, descubrir el pluralismo en la unidad y alcanzar la convergencia en la fe. Pentecostés es la fiesta del aire nuevo, del viento impetuoso que viene de arriba para barrer, purificar y oxigenar nuestras estancias contaminadas y mortecinas. Pentecostés es día de fuego, de transmisión de calorías de fe y esperanza a nuestros corazones ateridos. Pentecostés es tiempo de comunicación con palabras auténticas de amor y de perdón, que superan el frío lenguaje institucionalizado.
La Iglesia comienza a andar en Pentecostés, que es día de catolicidad y por lo tanto de expansión misionera. Por la acción santificadora del Espíritu, la Iglesia es en el mundo la anti-Babel, pues en ella las diversas lenguas encuentran su unidad en la confesión del nombre del Señor.
Para los creyentes el Espíritu Santo es torrente de vida abundante, fuente de energía que capacita para imitar a Jesús, manantial de alegría eterna, origen de la paz verdadera que es fruto del perdón de los pecados. El cristianismo necesita la sacudida de un constante Pentecostés, para no quedarse en una quietud cobarde y en una actividad estéril.
Pidamos que el Espíritu descienda sobre nosotros para que seamos hombres con espíritu, con aliento de vida trascendente, con empuje creador. Supliquemos a Dios que su Espíritu sea para todos maestro, abogado, defensor, revelador de la Palabra. Deseamos el Espíritu que es causa de plenitud para el mundo y origen de la nueva creación.

Andrés Pardo


Para orar con la liturgia
Oh Dios, que por el misterio de Pentecostés, santificas a tu Iglesia, extendida por todas las naciones.
Derrama los dones de tu Espíritu sobre todos los confines de la tierra y no dejes de realizar hoy, en el corazón de tus fieles, aquellas mismas maravillas que obraste en los comienzos de la predicación evangélica.


Oración colecta


Palabra de Dios:

Hechos de los apóstoles 2, 1-11

Sal 103, 1ab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34

San Pablo a los Corintios 12, 3b-7. 12-13

San Juan 20, 19-23

Comprender la Palabra

VIGILIA DE PENTECOSTÉS

Oportunamente escuchamos, en la Lectura del Evangelio de la Misa de la Vigilia, la Promesa del Señor de enviarnos su Espíritu Santo; Promesa, que leemos cumplida en la Lectura del Evangelio de la Misa del Día.

El Señor promete el Don del Espíritu Santo bajo el símbolo del agua. Jesús asiste a la Fiesta de los Tabernáculos, durante la que se derramaba abundantemente agua sobre el altar de los Holocaustos en el Templo de Jerusalén en acción de gracias e impetración de lluvia necesaria para la sementera otoñal. Pero aquella agua anunciaba proféticamente a quien es el «Agua» -Cristo, su Espíritu-. Por eso, nos dice: «El que tenga sed que venga a Mi, el que cree en Mi que beba.. .de sus entrañas manarán torrentes de agua viva». Recordemos que Jesús en su diálogo con la Samaritana dirá lo mismo: «El que beba del agua, que Yo le daré nunca más tendrá sed…se convertirá dentro de él en un surtidor de agua, que salta hasta la vida eterna».

El Evangelista, observa que Jesús «se refería al Espíritu, que iban a recibir los creyentes; y que todavía no se había dado, porque Jesús no había sido glorificado «. En efecto, el Señor Jesús resucitado, glorificado, -escuchamos en el Evangelio del Día- exhala su aliento -su Espíritu- sobre los discípulos; y en la 1ª Lectura de la Misa del Día San Lucas nos describe la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés.
El Espíritu Santo, «el Agua viva, que apaga toda sed», que el Señor Jesús Resucitado, glorificado, ha «derramado» sobre nosotros (en el Bautismo) y nos ha dado a beber (en la Eucaristía), es quien hace suyos «nuestros gemidos», «intercediendo por nosotros con gemidos inefables», avivando en nosotros «la esperanza» y “fortaleciendo nuestra debilidad», para que «aguardemos con perseverancia la hora de ser (plenamente) hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo» (Lectura anterior a la del Evangelio).

Las cuatro Lecturas de! Antiguo Testamento (a elegir) nos describen sucesos u oráculos proféticos, que evocan y anuncian el Acontecimiento de Pentecostés.

PENTECOSTÉS
Hoy, Pentecostés -Día Cincuenta, el último de la Cincuentena Pascual, el Domingo Octavo de Pascua-, celebramos también el Acontecimiento de la Pascua de Cristo: de su Paso de este mundo al Padre, y de todos nosotros con Él.

El Acontecimiento de la Pascua, uno e indivisible, tiene distintas fases, que se celebran en distintas solemnidades, sin menoscabo de la integridad del Misterio Pascual. Enumeramos a continuación las distintas fases y su celebración en días señalados: LA PASIÓN-MUERTE (Viernes Santo)- LA SEPULTURA (Sábado Santo) -LA RESURRECCIÓN (Domingo I de Pascua) -LA ASCENSIÓN y SESIÓN A LA DERECHA DEL PADRE (Domingo VII de Pascua)- ENVÍO DEL DON DEL ESPÍRITU SANTO (Pentecostés). Todo el Misterio Pascual está gravitando sobre el momento solemne de la comunicación del Don del Espíritu Santo, el Fruto de la Pascua.

En la Lectura del Evangelio y en la 1ª Lectura escuchamos dos momentos en los que se nos describen la comunicación del Don del Espíritu Santo, que Cristo nos envía desde el Padre:
En la Lectura del Evangelio: el Señor resucitado, en su Primera Aparición a sus discípulos, «exhaló su Aliento (vital) sobre ellos, diciéndoles: Recibid el Espíritu Santo», Espíritu significa aliento.
En la 1ª Lectura el Don del Espíritu Santo les es comunicado a los discípulos bajo el símbolo de «lenguas como llamaradas» sobre sus cabezas. Los reunidos en el Cenáculo reciben así, el Día de Pentecostés, la efusión del Don del Espíritu Santo, que e! Señor Resucitado les comunicó el Día de la Ascensión con su Bendición, imponiéndoles las manos, signo de comunicación del Espíritu Santo.

El Apóstol (2ª Lectura) nos recuerda que «todos hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo Cuerpo y que todos bebemos un mismo Espíritu» en la comunión eucarística. El Bautismo y la Eucaristía son los dos grandes Sacramentos Pascuales, que celebramos solemnemente en la Noche de la Pascua.

Avelino Cayón


celebrar mejor


Vigilia de Pentecostés

La Celebración de la Pascua del Señor alcanza su culminación en la solemnidad de Pentecostés. Cristo resucitado ha dejado en su lugar, y como arras de la promesa, al Espíritu Santo. Puede ser conveniente celebrar la tarde-noche anterior una vigilia de oración. Hay que tener en cuenta que ésta, a semejanza de la Vigilia Pascual, es meditación de la Palabra de Dios. La última edición del Misal Romano propone la celebración de la Misa de la vigilia de forma más extensa, con o sin Vísperas incorporadas, abundantes lecturas bíblicas: cuatro del Antiguo Testamento, cada una con su salmo responsorial y oración, una paulina y el evangelio.

Las lecturas de la vigilia hablan una y otra vez del Espíritu Santo en cuanto promesa del Antiguo y Nuevo Testamento. En Babel el Señor confundió la lengua de toda la tierra (Gén 11,19). El Señor bajará al monte a la vista del pueblo en la alianza del Sinaí (Ex 19.3-8a.16-20b). La impresionante visión de los huesos secos es un anuncio de la resurrección del pueblo: «os infundiré mi espíritu y viviréis» (Ez 37,1-4). La espléndida promesa: «sobre mis siervos y siervas derramaré mi espíritu» (J1 13,1-5). La lectura del Nuevo Testamento es como un eco de esta profecía de Joel, habla de la acción del Espíritu en el corazón de los creyentes: «el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables» (Rm 8,22-27). El cuadro se completa con el anuncio hecho por Jesús en la fiesta de los Tabernáculos: «El que tenga sed, que venga a mí: el que cree en mí, que beba. Como dice la Escritura: de sus entrañas manarán torrentes de agua viva» (Jn 7,37-39). Jesús se refería al Espíritu Santo que habrían de recibir los creyentes. Espíritu que brotó del costado de Cristo en la cruz. «Dios todopoderoso y eterno, que has querido que la celebración de la Pascua durase simbólicamente cincuenta días y acabase con el día de Pentecostés; te pedimos que los pueblos, divididos por el odio y el pecado, se congreguen por medio de tu Espíritu y que las diversas lenguas encuentren su unidad en la confesión de su nombre».


J. L. O.

Para la Semana

Lunes 3:



Eclesiástico 17,20-28. Retorna al Altísimo, aléjate de la injusticia.

Mc 10,17-27. Vende lo que tienes y sígueme.

Martes 3:



Eclesiástico 35,1-15. El que guarda los mandamientos, ofrece sacrificio de acción de gracias.

Marcos 10,28-31. Recibiréis en este tiempo cien veces más, con persecuciones, y en la edad futura, vida eterna.

Miércoles 3:

San Fernando (1198-1252), rey de Castilla y León, canonizado en 1671.

Eclesiástico 36, 1-2a.5-6.13-15. Que sepan las naciones que no hay Dios fuera de ti.

Marcos 10,32-45. Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado.

Jueves 3:

La Visitación de la Virgen María. «Dichosa tú, María, porque 10 que te ha dicho el Señor se cumplirá».

Sofonías 3,1°4-18a. El Señor será el rey de Israel, en medio de tí.

Romanos 12,9-16b. Contribuid en las necesidades del Pueblo de Dios, practicad la hospitalidad.

Lc 1,39-56. ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

Viernes 3:
San Justino (s. II), filósofo y mártir, defendió con sus escritos el cristianismo.

Eclesiástico 44,1.9-13. Nuestros antepasados fueron hombres de bien, vive su fama por generaciones.

Marcos 11,11-26. Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueb1os. Tened fe en Dios.

Sábado 3:


San Marcelino y San Pedro, mártires. San Dámaso conoció a sus verdugos y da testimonio de su martirio

Eclesiástico 51,17-27. Daré gracias al que me enseñó.

Marcos 11,27-33. ¿Con qué autoridad haces esto?