2Re 17, 5-8.13-15a.18; Sal 39; Mt 7, 1-5

Un día más, no vamos a hablar de política. Ayer leía la entrevista a un jovencillo madrileño que ha sacado un 9,99 sobre 10 en el examen de selectividad, necesario para entrar en la universidad. Ha elegido entrar en matemáticas (para lo que hacía falta una nota de 5), aunque su verdadera pasión es la música. Miles de estudiantes españoles estarán estos días intentando elegir qué carrera estudiar. Pocos, como este de 9,99 podrán hacer lo que quieran, muchos elegirán su futuro por lo que les llegue la nota o lo que les hayan dicho que es más fácil. En la vida hay que elegir y, desgraciadamente, parece que esa es una asignatura que no nos enseñan. En la vida estamos constantemente eligiendo: profesión, estudios, la novia o el novio, qué ponernos para salir a la calle, e incluso si seguir leyendo este comentario o hacer cualquier otra cosa. Los criterios de elección son los más diversos, pero muchas veces se escucha que son “lo que menos cueste,” “lo más barato” o “lo que más fácil sea.”
“Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos.” El criterio de elección del Señor es muy distinto, nada a la moda. Hace unos años se puso de moda el decir que estaba bien lo que te “hiciese vivir,” en plan más profano es eso de “realizarse.” Pero esa opción implicaba el que me hiciese feliz a mí, lo que ha dado lugar a todo tipo de abusos y desvaríos. “Lot se escogió la vega del Jordán y marchó hacia levante; y así se separaron los dos hermanos. Abrán habitó en Canuán; Lot en las ciudades de la vega, plantando las tiendas hasta Sodoma.” Lot, puestos a escoger, escoge la mejor parte, la más fértil, la mejor para su familia, aunque deje a Abrán más tirado que una colilla. En la mentalidad de hoy, consumista y aprovechada, sería lo que haríamos casi todos, escoger la mejor parte, al menos para nuestros ojos. ¡Cuántas guerras y discordias se han provocado por este motivo.”

Sin embargo Abrán tiene otra mentalidad: Yo, mi familia y los míos estaremos bien donde Dios quiere que estemos. Por eso abandonó su tierra y se puso a caminar, para cumplir la voluntad de Dios, no encontrar los mejores pastos. Si en nuestras elecciones tuviéramos esto en cuenta, tal vez elegiríamos cosas distintas a las que hoy hemos decidido. Si, por volver al ejemplo de los estudiantes, uno se plantease sus estudios o su profesión no desde la nota de la selectividad o el criterio económico, sino que se dijese: ¿Qué talentos me ha dado Dios y puedo ponerlos al servicio de la sociedad?; y desde ese planteamiento eligiese, tal vez habría menos abogados (con todo mi respeto a la vocación jurídica).

Por esto la puerta estrecha no es la puerta de la infelicidad, todo lo contrario. Dios ha dado a cada uno unos dones concretos que tiene que descubrir y poner en juego. Por eso no habrá nadie que pueda aportar al mundo lo que tú y yo aportamos. Sin embargo, si nos comportamos como borregos, hacemos las cosas en manada y sólo tenemos unos criterios mundanos para juzgar nuestra vida y nuestro futuro, nos hará falta una puerta ancha, para que entremos juntos a formar parte del inmenso rebaño de los infelices. Cuando uno descubre lo que Dios le ha dado, seguramente se de cuenta que puede perder la vida en ello, hasta llegar a la cruz, pero lo hará gozoso. El rebaño tendrá “uno o dos hijos” para cumplir con la sociedad, estudiará “los justo” (lo que es profundamente injusto), trabajará lo mínimo y guardará su vida sin darse cuenta que la vida se pierde. Hoy sería un buen día para ver por qué camino vamos, por el que nos marca la moda y la sociedad o por nuestro camino, que es el camino de Dios.

Nuestra Madre la Virgen tenía un camino único y singular. No decidió ser como los demás, hizo lo que Dios quería. Tú no des tu vida a planteamientos fútiles y vanos, no le des la santidad de tu vida a los perros ni las perlas de tus acciones a los cerdos, pon tu vida en manos de María y ella te mostrará tu camino hacia Cristo.