Gn 22, 1-19 Sal 114, 1-9 Mateo 9,1-8

Ya va comenzando el calor en la soleada España. La gente va cada vez con menos ropa, se empeñan en mostrar a la humanidad las uñas de los dedos de sus pies, y hay más gente quejicosa. ¡¡Buff,… hace calor!! ¿Y qué quieres que haga en julio, alma de cántaro?. El calor parece que se caiga en la desgana, la apatía y el aburrimiento. Que sólo se piense en las vacaciones, la playa y la tumbona con una cervecita fresquita al lado. Cuando pides algo a alguien te dice: “Es que hace calor,” como excusa para refugiarse en alguna sombra y procurar no hacer nada. Nos hemos acostumbrado al aire acondicionado en casa, en el coche, en Misa, en la oficina, en el cine …, si no hay aire acondicionado: Paso. Y como a alguien le digas que se sacrifique un poquito te mira como si estuviera viendo a Torquemada preparando la hoguera.
Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: -« ¡Abrahán!» Él respondió: -«Aquí me tienes.» Dios le dijo: -«Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré.»” Eso sí es un sacrificio. No le dice sube al monte haciendo jogging, ni dedícame tres cuartos de hora a la semana, ni déjate las uñas largas. Dios le pide a Abrahán a su hijo, al que tanto le había costado tener, el que se llamaba Dios ríe. Y Abrahán no se pone a discutir contra Dios, no reniega ni se queja, hace lo que Dios le pide y deja que Dios le sorprenda con el final del suceso. Eso sí es sacrificio.
A Jesús “le presentaron un paralítico, acostado en una camilla.” Otros evangelistas nos cuestan el esfuerzo que tuvieron que hacer para acercar a su amigo a Jesús. Hubiera sido más fácil pedirle a Jesús que fuera a verle, o contarle después a su amigo el tullido lo que Jesús había dicho. Pero cargan con él, con fe, y lo acercan a Jesús, por mucho que les costase. Eso también es sacrificio.
En esta cultura del bienestar y de mando a distancia ¿conviene seguir hablando de sacrificio? Pues sí, por amor a Dios y a los hombres.
Por amor a Dios, como Abrahán, pues sabemos que todo lo hemos recibido de Él. Dios nunca nos pedirá nada que supere nuestras fuerzas o se pueda comparar con los dones que nos da. Cuando Dios nos pide algo es porque nos lo ha dado antes: desde la vida hasta los bienes. Dios es buen pagador y, aunque no le entendamos, cuando nos fiamos de su voluntad en nuestra vida sabemos que nada puede ir mal. Aunque cueste.
Por amor a los hombres, pues nada es demasiado grande para que los que queremos ( e incluso los que no nos quieren), se acerquen a Dios, reciban el perdón de los pecados y palpen la salvación que Jesucristo nos trae. Si no consideras que la mejor herencia que vas a dejar a tus hijos y el mejor recuerdo a tus amigos es que conozcan a Cristo, es que nos falta bastante fe. Será difícil, habrá que hablar con ellos, mortificarse por ellos, salir de casa a las tres de la tarde para verlos, acompañarles en sus momentos alegres y tristes, dejar a un lado nuestras cosas, pero vale la pena. Sólo se acordará de nosotros quien acerquemos a Dios
Vale la pena el sacrifico, hacerlo y pedirlo a los demás. No dejemos que nuestra vida se convierta en lo fácil, lo sencillo, lo cómodo. El amor es sacrificio, es entregarlo todo sin esperar recibir nada.
La Virgen, nuestra Madre, se une al sacrifico de su Hijo en la cruz. El sacrificio del Hijo es el sacrificio de la Madre, y fue por ti y por mi, no lo olvidemos. Hace calor, me voy.