Comentario Pastoral
¿QUIÉN ES MI PRÓJIMO?

En el camino de la vida el hombre se pregunta quien es su prójimo y la Palabra de Dios le responde que el problema es otro: hacerse y sentirse en toda circunstancia próximo y prójimo de los demás. La maravillosa parábola del buen samaritano, que se lee en este domingo, es un reflejo de cómo hay que vivir en concreto la ley del amor a Dios y a los hombres.

Conviene recordar que Dios ha sido el primero que se ha hecho próximo al hombre a través de su palabra y de la manifestación de su poder. La Biblia está salpicada de diálogos con el hombre ya desde las primeras páginas del Génesis. Pero sobre todo Dios se ha hecho próximo en su Hijo, mediador único y universal, de quien proviene todo y es fuente del amor misericordioso del Padre. Cristo es el verdadero Buen Samaritano, que antes de enseñar la parábola, la hizo realidad en su vida acogiendo a todos, amando a los pobres, perdonando a los pecadores, defendiendo a los marginados, curando a los enfermos, salvando hasta entregar la última gota de su sangre en la cruz.

En un mundo en que se acercan las distancias y se incrementan a todos los niveles las comunicaciones, muchos hombres no logran estar próximos a otros porque las actitudes interiores diversas no van en consonancia con la proximidad física. ¡Cuántos están solos en medio del barullo de la gran ciudad! Reciben codazos al andar entre la multitud y no reciben ninguna muestra de amor.

Andrés Pardo


Para orar con la liturgia
Jesús, nuestro Redentor, en su vida terrena, pasó haciendo el bien
y curando a los oprimidos por el mal.
También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo hombre
que sufre en su cuerpo o en su espíritu,
y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.
Por este don de tu gracia, incluso cuando nos vemos sumergidos en la noche del dolor,
vislumbramos la luz pascual, en tu Hijo muerto y resucitado.



Prefacio común VIII


Palabra de Dios:

Deuteronomio 30, 10-14

Sal 68, 14 y 17. 30-31. 33-34. 36ab y 37

San Pablo a los Colosenses 1, 15-20

San Lucas 10, 25-37

Comprender la Palabra

Un hombre bajaba -de Jerusalén a Jericó… «. Así comienza la Parábola, que escuchamos este Domingo en la Lectura del Evangelio. Sucede en el camino, por el que Jesús, en su misterioso itinerario, subirá de Jericó a Jerusalén, donde tendrá lugar el Acontecimiento de la Pascua por la Pasión-Muerte-Resurrección-Ascensión al cielo. La Parábola es respuesta a la Pregunta que un letrado le hace a Jesús: «¿quién es mi prójimo?”.

Sin embargo la Parábola no responde exactamente a la pregunta. El prójimo no es sólo el que está próximo y necesita nuestra ayuda; el prójimo es .también el que se hace próximo y se aproxima al necesitado. «¿Cuál de los tres -pregunta Jesús al letrado al final de la Parábola- te parece que se portó como prójimo…?» Y la respuesta es: el Samaritano, que llegó a donde estaba el hombre malherido…se acercó…le curó… le montó en su propia cabalgadura y lo llevó a una posada, para que lo cuidaran a sus expensas.

La Parábola viene motivada por la respuesta, que el letrado se ve obligado a dar a Jesús: «Amarás al Señor tu Dios…y al prójimo como a ti mismo». Este es el Mandamiento, promulgado por Dios en el Sinaí y que en el Deuteronomio -Sermón puesto en boca de Moisés- se nos inculca. Pero este Mandamiento (como escuchamos en la 1ª Lectura) «está muy cerca de ti, en tu corazón y en tu boca», es decir, está inscrito en la naturaleza, en el corazón del hombre -la Ley Natural y puede ser conocido por la voz de la conciencia.

La Parábola ha sido largamente comentada y es legítimo alegorizarla. Si Jesucristo, cuando dice, se nos dice, podemos contemplarle en la figura del «Samaritano» (en cierta ocasión fué insultado con el mote despectivo de samaritano). El sacerdote y el levita pasan de largo para no contraer impureza legal tocando un cadáver. En verdad nada podían hacer por el hombre malherido. Sólo El, el Buen Samaritano, puede curarlo, salvarlo. Y en la Posada podemos ver la Iglesia, a la que el Señor encomienda el cuidado del hombre caído. Y el vino y el aceite evocan los Sacramentos.

El, Jesucristo, recompensará el cuidado del prójimo necesitado, cuando El vuelva en la Segunda Venida.


Avelino Cayón


sugerencias litúrgicas

Participamos con el oído


En toda celebración hay palabra: palabra, que se nos anuncia: Lecturas Bíblicas, plegarias, fórmulas rituales, sacramentales…
Es preciso una buena acústica. Pero sobre todo es preciso declamar bien, pronunciando despacio; sólo así se podrá matizar el tono debido.
Y sólo así se facilitará la audición y se atraerá la atención, más aún, la interiorización de la palabra escuchada, de modo que resuene en nuestro interior.
Y sólo así también percibiremos la voz de Dios, la voz de Cristo, en la envoltura de la palabra humana.
Pues cuando se anuncia la Palabra de Dios, «Dios mismo habla a su pueblo, Cristo sigue anunciando el Evangelio». Y en la Plegaria del que preside distinguimos la voz de Cristo que ora por nosotros.


Avelino Cayón

al ritmo de la semana


Nuestra Señora del Carmen – 16 de julio

Nuestra Señora del Carmen es una advocación popular de la Virgen muy unida a la Orden carmelitana y difundida por ella. Una fiesta surgida entre los carmelitas en el siglo XIV y extendida por Benedicto XIII a toda la Iglesia el 24 de diciembre de 1726. El Monte Carmelo, que domina la llanura de Galilea, no lejos de Nazaret, y cuya hermosura canta la Biblia fue donde en el siglo IX antes de Cristo, Elías se refugió para ser fiel al Dios único y verdadero, y el lugar de los encuentros entre el Señor y su pueblo. El recuerdo del Profeta «abrasado de celo por el Dios vivo» había de perpetuarse en el Carmelo. Durante las Cruzadas las grutas del monte Carmelo dieron acogida a los ermitaños cristianos. Pero hasta el siglo XIII estos ermitaños no formaron una familia religiosa, a la que el patriarca Alberto de Jerusalén les dió una Regla de Vida hacia el año 1209, regla confirmada por el papa Honorio 111 en el 1226. La Orden del Carmelo ha querido ponerse desde sus orígenes bajo el patrocinio de la Madre de los Contemplativos. ‘Te suplicamos, Señor, que la poderosa intercesión de la Virgen María, en su advocación del monte Carmelo, nos ayude y nos haga llegar hasta Cristo, monte de salvación» (Oración colecta). «Ella, por medio del Espíritu Santo, conservó y cumplió fielmente tu Palabra y perseverando en oración con los Apóstoles, fue asociado de un modo admirable al misterio salvador de Cristo y constituída madre espiritual de todos los hombres. y ahora, mientras cuida con afecto maternal de todos los hermanos de Cristo, su Hijo nos precede, como señal de esperanza segura y de consuelo, a lo largo de nuestro peregrinar hacia el monte de la gloria; porque en ella, como en la imagen más pura, contemplamos gozosos realizando lo que en la Iglesia ansiamos y esperamos alcanzar» (Prefacio).



J. L. O.

Para la Semana

Lunes 3:
Nuestra Señora del Carmen. Advocación popular de ]a Virgen, unida a la Orden Carmelitana.

Zacarías 2,14-18. Alégrate, hija de Sión, que yo vengo.

Mateo 12,46-50. Señalando con la mano a los discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos».

Martes 3:


Éxodo 2.1-5a. Lo llamó Moisés, porque lo había sacado del agua; cuando creció fue adonde estaban sus hermanos.

Mateo 11,20-24. El día del juicio ]e será más llevadero a Tiro y Sidón y a Sodoma que a vosotros.

Miércoles 3:


Éxodo 3,1.6.19-12. El ángel del Señor sc apareció en una llamarada entre las zarcas.

Mateo 11,25-27. Has escondido estas cosas a los sabios, y se las has revelado a la gente sencilla.

Jueves 3:


Éxodo 3,13-20. Soy el que soy. «Yo soy» me envía a vosotros.

Mateo 11,28-30. Soy manso y humilde de corazón.

Viernes 3:


Éxodo 11,10-12,14. Mataréis un cordero al atardecer: cuando vea la sangre, pasaré de largo.

Mateo 12,1-8. El hijo del hombre es el señor del sábado.

Sábado 3:

San Lorenzo de Brindis (1559-1619), capuchino, teólogo, predicador por toda Europa.

Éxodo 12,37-42. Noche en que el Señor sacó a Israel de Egipto.

Mateo 12,14-21. Les mandó que no le descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta.