Gén 18, 20-32; Sal 137; Col 2, 12-14; Lc 11, 1-13

«Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá»… La presencia serena y gloriosa de Jesús resucitado en nuestras vidas, esa presencia que nos ha abierto de par en par las puertas del Cielo y nos ha hecho hijos de Dios, es la garantía más firme de que todas nuestras oraciones (todas, sin excepción) son escuchadas por Dios con una atención infinita. Sin embargo, la oración de petición, a la vez que es, quizá, la más frecuente, suele ser también la menos entendida. Por eso me vas a permitir que plantee mi comentario de este domingo en forma decálogo:

1.- Antes de pedir, mira hacia atrás en tu vida, y dime si, alguna vez, Dios te ha negado algo que le pidieras. Cuantas veces hago este ejercicio descubro que mi Señor jamás me ha negado nada. Las pocas cosas que no me ha concedido son para mí motivo de acción de gracias… ¡Ay de mí, si entonces hubiera obtenido lo que le pedía!

2.- Nunca digas «Dios no me escucha». Dios te escucha siempre, aunque su respuesta se haga esperar.

3.- Antes de pedir, recuerda tus pecados y considera que eres indigno de ser escuchado. Pide con enorme humildad, confiando más en la misericordia de Dios que en tus méritos.

4.- Dios no es el conserje, ni el camarero de una cafetería: nunca le pidas las cosas «para ya mismo». Déjale a Él decidir los plazos.

5.- Nunca pienses que todo se arregla con un «Padrenuestro». A veces hacen falta dos mil. Persevera en tu oración todo el tiempo que Dios te pida, a semejanza del amigo inoportuno de la parábola de hoy.

6.- Nunca te de vergüenza pedir para ti; estás muy necesitado. Recuerda que no eres el ministro de asuntos sociales de Dios, sino un pobre leprosillo; quizá deberías pedir por ti antres que por los demás. Pero cuando pidas para ti algo material, termina siempre tu oración con la misma frase con que culminó el Señor la suya cuando lo hizo: «No se haga mi voluntad, sino la tuya».

7- Cuando pidas para los demás, haz como la mujer cananea o los amigos del paralítico: no le des tregua a Dios; hazle cambiar de opinión si es preciso. Sé muy «pesado».

8.- Nunca pienses: «Estoy importunando a Dios». A Dios le encanta que le despierten de la siesta.

9.- Cuando consigas lo que has pedido (lo conseguirás) emplea en dar gracias el mismo tiempo y las mismas energías que empleaste en pedir.

10.- Pon siempre, como intercesora de todas tus súplicas, a la Santísima Virgen María. Acuérdate de las bodas de Caná.