Josué 24, 14-29 Sal 15, 1-2a y 5. 7-8. 11 Mateo 19, 13-15

Esta tarde bautizaré a cuatro criaturas, creo que hacen hasta el número 783 de los que bautizo en esta parroquia (se nota que he puesto los libros al día). Miles de veces en mi vida he preguntado a los padres: “¿ Sabéis que al bautizar a vuestro hijo os obligáis a educarlo en la fe, para que este niño, guardando los mandamiento de Dios, ame al Señor y al prójimo como Cristo nos enseña en el Evangelio?” y ellos han respondido: “Sí, lo sabemos.” Años más tarde esos niños se preparan –o no-, para la primera Comunión, habitualmente no han aprendido a rezar y sólo pisan la iglesia cuando van sus padres, es decir, casi nunca.

“Le acercaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: -«Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos.» Les impuso las manos y se marchó de allí.” Dios ha querido acercarse a nosotros desde niños, es más, jamás estaríamos preparados para acercarnos a Dios si no fuese por obra de su misericordia. Y quiere que los padres acerquen a sus hijos a la vida Divina, que les enseñen a amar a Dios y a los demás. Los padres responden: “Sí, lo sabemos,” pero parece que en muchos casos habría que decirles como Josué al pueblo: “: -«Sois testigos contra vosotros mismos de que habéis elegido servir al Señor.» Respondieron: -«¡ Somos testigos! »” Parece que la palabra dada ante Dios no tiene casi ningún valor. En los sacramentos la palabra es fundamental, pero parece que carece de valor: los padres en el bautismo, los adolescentes en la confirmación, los jóvenes en el matrimonio y, tristemente también a veces en el sacramento del orden, incumplen la palabra dada y parece que no pasa nada, que es lo menos importante. Pero Josué no se anda con chiquitas: “-«No podréis servir al Señor, porque es un Dios santo, un Dios celoso. No perdonará vuestros delitos ni vuestros pecados. Si abandonáis al Señor y servís a dioses extranjeros, se volverá contra vosotros y, después de haberos tratado bien, os maltratará y os aniquilará.»” Parece que este lenguaje, hoy por hoy, nos chirría, nos parece lejano y ajeno a nuestra idea de Dios. Pero Dios no es una idea, Dios es. Nos ha ofrecido toda la misericordia para que podamos, una y otra vez, volvernos a Él y comenzar de nuevo. Pero es necesario darse cuenta que estamos siendo infieles a la palabra dada a Dios. No es que engañemos al cura, ni a la Iglesia, ni al Papa, es que queremos engañar a Dios, le decimos una cosa y hacemos la contraria, y respecto a eso también habló Jesucristo. Habrá quien quiera borrar de los Evangelios todas las referencias al “llanto y crujir de dientes,” pero sólo se pueden ignorar si estamos dispuestos a aceptar la misericordia de Dios, no a mofarnos de Él.

Tal vez el comentario de hoy no parezca muy positivo, pero ciertamente el ambiente no está para bromas, ojala creciese en todos, un poquito más, el temor de Dios y el significado de la misericordia.

La Virgen casi no dice ninguna palabra en la Biblia, pero la que dice la cumple hasta el final. Que ella nos ayude a ser sinceros y fieles.