Hoy, día de la fiesta nacional en España, el ambiente está enrarecido. Las noticias de hoy girarán en torno a los desfiles, a las banderas, sobre los que están a favor y en contra. Se entablarán debates, discusiones y unas cuantas faltas de caridad alrededor de los signos y representaciones de la patria. Las personas mirarán hacia arriba, bien para ver pasar a a los aviones, bien para descubrir si hay o no hay banderas en los balcones. Se llamará a esta fiesta la fiesta nacional, el día de la hispanidad o el sum sum corda, pero lo que hoy celebramos es a nuestra Madre al virgen, bajo la secular advocación del Pilar de Zaragoza.

Muchos hoy se olvidarán de ir a Misa (no es día de precepto e muchas partes, ni tan siquiera en Madrid), estarán disfrutando del atasco o viendo desfilar a nuestros ejércitos. Pero nada de eso es incompatible con acudir a una iglesia y celebrar la fiesta de nuestra Madre, la que alentó a Santiago a seguir predicando, sin desfallecer, a los pueblos de hispania. Escucharemos la oración colecta de la Misa de hoy y, ojalá, la hiciéramos nuestra: “ Dios todopoderoso y eterno, que en la gloriosa Madre de tu Hijo has concedido un amparo celestial a cuantos la invocan con la secular advocación del Pilar, concédenos, por su intercesión, fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor.”

Desde luego si hoy nos convenciésemos todos los católicos de España (y los de Hispanoamérica, que también están de fiesta), de ser más fuertes en la fe y menos partidistas o viscerales. Si nos diésemos cuenta que podemos escuchar la Palabra de Dios y cumplirla; si lo hiciesen asó los políticos, empresarios, trabajadores, padres de familia, hasta los sacerdotes, y viviésemos de verdad como hijos de Dios y lo trasmitiésemos así a los que nos rodean, otro gallo nos cantaría.
Si fuésemos seguros en nuestra esperanza, y no diésemos la imagen de creyentes tristes, enfadados, cariacontecidos, resignados y lúgubres. Si fuésemos capaces de iluminar nuestra casa, nuestro barrio, nuestra ciudad, nuestra patria, con la alegría de sabernos redimidos por Cristo e hijos de tan buena Madre, entonces, tal vez, hoy nos hubiéramos levantado de otra manera.
Y si tuviésemos constancia en el amor, no quisiéramos guardar más en nuestro corazón nuestras rencillas, odios, malquerencias y manías. Si no quisiéramos revisar la memoria histórica (de un país o de una persona), para quedar siempre vencedores, si supiéramos amar al otro hasta que nos duela, perdonar como Dios nos perdona y ver al otro como hijo de Dios, aunque esté equivocado, entonces, tal vez hoy, te hubieras levantado con una sonrisa.

Hoy es una fiesta de la Virgen, no la dejemos en el olvido ni la disgustemos con nuestro comportamiento. Y por supuesto un recuerdo a aquellos pueblos y ciudades que sacarán a nuestra Madre en procesión, a la Guardia Civil que se honra con su patronazgo, y que les ayuda a ser fuertes, como ese pilar, a pesar de los pesares.