NUESTRO REY Y NUESTRA HERIDA

1Sam 8, 4-7. 10-22a; Sal 88; Mc 2, 1-12 No seremos dignos hijos de la Iglesia si no hacemos nuestras la llaga y la plegaria que están gritando en el corazón de nuestra madre y en el alma del Romano Pontífice. Los discípulos de Cristo estamos dispersos como un rebaño...