Seguimos en campaña (y lo que te rondaré, moreno). Cada vez que se ojean los periódicos o se ven las noticias nos llenan de promesas electorales, lo que los políticos van a hacer por nosotros a partir del 9 de marzo. Eso de llamar a los políticos “servidores públicos” debe ser una especie de broma ya que creo que la gran mayoría de nosotros nos conformamos con que no nos quiten demasiado, pero no esperamos que vayan a trabajar por nosotros, ni atiendan al pie de la cama a nuestros enfermos, ni nos hagan la compra ni, tan siquiera, que nos entiendan un poco. El ideal sería que les dejásemos darnos la lata durante tres semanas cada cuatro años y luego nos dejasen tranquilos hasta las siguientes elecciones. Pero son como los malos camareros que te ponen el sobaquillo en la calva cuando están sirviendo al comensal de tu derecha y no te dejan tranquilo ni antes, ni durante, ni después de la comida y, ademas de traerte la factura esperan que les dejes propina. Se ve que la política no es una de mas pasiones, pero comprendo que es un papel que alguien tiene que hacer, pero mejor que lo hagan otros.
“ La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies.” En cuanto que oímos este Evangelio nos diremos: “Hay que rezar por las vocaciones sacerdotales” Y haremos bien, todos los días rezo por las vocaciones y hay que seguir haciéndolo. Pero, si los políticos son unos pocos que se dedican profesionalmente a esa labor, los sacerdotes no son los profesionales de la Evangelización. Los obreros en la mies del Señor son todos los bautizados. No podemos esperar que “sean otros” los que anuncien el Evangelio. Cuando Cirilo y Metodio recorrían el este de Europa fueron creando comunidades vivas, que seguían anunciando el Evangelio a otros, compartiendo el tesoro que habían recibido. Es cierto que un buen sacerdote hace mucho en una parroquia, un buen Obispo en una Diócesis y un buen Papa en la Iglesia entera de su tiempo, pero la Iglesia no es el sacerdote, ni el Obispo ni tan siquiera el Papa. Cada uno según su función y la vocación recibida es obrero en la mies del Señor: el padre de familia, el obrero en la fábrica, la ancianita en el asilo, el niño en el colegio, el sindicalista en sus reuniones, el enfermo en su cama, en cualquier situación, moralmente aceptable, el cristiano es obrero del Señor. El Papa así se definía al comenzar su pontificado y así podemos definirnos cada uno de nosotros.
Por ello la mies sigue siendo mucha, pero los obreros no son setenta y dos, tendrían que ser miles, millones de católicos por el mundo entero. No podemos esperar que lo hagan los sacerdotes, como si el Evangelio dependiese de unos profesionales que cambian cada cierto tiempo. “ La palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región.” la anunciase Pablo, Bernabé, Pedro, Apolo, Silas o Tito. Hoy tiene que seguir difundiéndose lo haga Benedicto, Antonio, Juanjo o la Pascuala.
La Virgen nos entrega la Palabra de Dios hecha carne, no se la queda para sí ni la esconde, pidámosle a ella que nos enseñe a trabajar en la mies del Señor. Ah, y feliz San Valentín.