Dicen que es una costumbre muy española el hacer caso omiso de los manuales de instrucciones. Los pobres fabricantes de electrodomésticos preparan un estupendo manual de 500 páginas, lo traducen mediante un horrible programa informático y, el españolito medio cuando abre la caja lo desprecia y se pone a dar a los botones. Normalmente las máquinas las hacen para nosotros (al menos para mí), los torpes, y las cosas funcionan, pero no le sacamos todo el rendimiento posible. Un día aburrido ojeas el manual y aprendes la cantidad de cosas que puede hacer un microondas. Muchas veces decimos que la sociedad se está descristianizando. Ahora que tengo que ver a muchas personas enfermas te das cuenta que pocos reniegan, en momentos de dolor o a las puertas de la muerte, de su fe. Seguramente antes no han sido modelos de cristianos, pero tampoco son malas personas, simplemente no se han leído el manual. Han visto a sus padres ser cristianos, y a sus abuelos y lo han oído de sus bisabuelos. Poco a poco el microondas se ha quedado como ese aparato que calienta la leche del desayuno y poco más. Poco a poco el cristianismo se ha quedado reducido a unas prácticas poco útiles en la vida ordinaria y útil a la hora de la enfermedad o de la muerte. Habrá que leer el libro de instrucciones.
“ Pedro les contestó: -«Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro, aunque estén lejos.» Con estas y otras muchas razones les urgía, y los exhortaba diciendo: – «Escapad de esta generación perversa.»” Bautizados, en España, estamos casi todos. Eso de la conversión lo hemos oído tantas veces que tal vez nos suene como algo hueco o irrealizable. Hay que seguir leyendo las instrucciones.
“ Jesús le dice: – «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: «Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro.»» María Magdalena fue y anunció a los discípulos: – «He visto al Señor y ha dicho esto.»” Jesú´s resucitado está a la derecha del Padre, y nosotros, en la Iglesia, vivimos de las palabras y las obras de Jesús. María Magdalena no tiene que dar una interpretación de lo que ha visto, no va a contar sus experiencias, ella va a contar lo que Jesús le ha dicho, no otra cosa. Eso es lo que hace la Iglesia. No dice quién es Jesús “para mí” sino quien es Jesús hoy, vivo y actuante, por medio del Espíritu Santo.
Entonces ¿qué tenemos que hacer? En primer lugar rezar, hablar con Dios y leer su Palabra (da pena el desconocimiento que tantos católicos tenemos de la Sagrada Escritura), leerla con pasión, con interés, con avidez, no como una tortura. Y también conocer la doctrina de la Iglesia. Conocerla mejor que conocemos las instrucciones del GPS o las funciones del video. Saber por qué la Iglesia nos dice lo que dice y no conformarnos con los titulares de los periódicos anticlericales. Y entonces amar a la Iglesia, confiar en ella y sentirnos miembros vivos del cuerpo de Cristo, dejar de usar a la Iglesia para ser Iglesia.
Es una tarea para la Pascua. La Virgen sabía la íntima relación entre la vida de Cristo, la vida de la Iglesia y nuestra propia vida, ella nos ayudará a no vivir una fe superficial, de oídas, sino a vivir la verdadera alegría de sentirnos unidos a Cristo resucitado.