Hech 9, 1-20; Sal 116; Jn 6, 52-59

Me gusta «ponerle patas» a las cosas, porque estoy firmemente convencido de que no hay nada en este mundo tan sano y, a la vez, tan santo, como tocar tierra. Me asustan los «teóricos de despacho», desconfío de los «hombres de Estado» que sólo pisan una pescadería en época de elecciones, y tiemblo de miedo ante la «mística estratosférica», ese juego floral para burgueses que se deleitan con elevadísimas consideraciones mientras se les quema el pollo en la cocina… A poco que uno lea a los verdaderos místicos, rápidamente se da cuenta de que eran personas muy «terrenas». Santa Teresa arreglaba los «arrobamientos» de sus monjas con jamón y siesta… Je je je, me gusta Santa Teresa. Su mística no es estratosférica. Aquella mujer tenía firmemente anclados en el suelo, no sólo los pies, sino también las rodillas. La mística de Santa Teresa es «mística arrodillada». Conociéndola a ella, y a otros santos como ella, resulta fácil entender que Nuestro Señor Jesucristo llamase a Pablo tumbándolo en tierra. La conversión de Saulo ha generado ríos de tinta. Se habla de un caballo que no aparece en los Hechos (suponen que iba a caballo… Bien. Pero, si es así, yo reclamo otros dos caballos para los de Emaús, y un tercero para Jesús resucitado que les sale al encuentro. O todos a caballo, o todos a pie). Se divaga sobre la experiencia sobrenatural de aquella luz cegadora, se intenta sondear los que sucedió en el alma de Saulo… Estupendo. Yo mismo creo haber escrito acerca de todas esas cosas. Pero, poniéndole patas… ¿En qué cambió la vida de Pablo?

«Fue a ver al sumo sacerdote y, le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse presos a Jerusalén a todos los que seguían el nuevo camino». Sabemos que Saulo era un perseguidor de la Iglesia. Pero, si aún tiramos un poco más hacia abajo de las «patas», lo que sabemos por esta frase es que Saulo hacía lo que le daba la gana. Su viaje no respondía al cumplimiento de ninguna orden. Se le ocurrió que sería estupendo hacerle la puñeta a los cristianos de Damasco, y fue a sus superiores para que bendijesen la feliz idea. Si en lugar de a Damasco se le hubiera ocurrido viajar a Siberia, habría convencido al sumo sacerdote de que en Siberia había unos cristianos peligrosísimos.

«Levántate, entra en la ciudad; allí te dirán lo que tienes que hacer»… He aquí las «patas» de la «mística del camino de Damasco». A partir del «revolcón», Pablo se puso a las órdenes de Ananías, y, en adelante, no hizo más que lo que le mandaron. Recorrió casi todo el mundo conocido, pero siempre enviado por la Iglesia y por el Espíritu Santo. Según había revelado Jesús, por su obediencia Pablo fue «instrumento elegido». Ahí lo tienes: mística con patas.

Has leído estas líneas, y juntos hemos considerado el valor de la obediencia. María es la muestra más palpable de la eficacia del ser humano que obedece. Pero, antes del siguiente click… ¿Tienes ya director espiritual? ¡Las patas!