Hech 2, 14a. 36-41; Sal 22; 2Pe 2, 20b-25; Jn 10, 1-10

El aprisco es la vida temporal, cercada por los alambres de espino de la muerte, en la que quedamos encerrados a causa del pecado. Nadie ha inventado la globalización en el siglo XXI. Vivimos en un mundo muy pequeño y el tiempo es muy breve. La muerte nos une a todos en el reducido espacio de una lágrima.

El guarda es el Maligno. Aunque a su pesar, cumple órdenes de Dios y retiene a los hombres bajo el imperio de la muerte. Después del primer pecado, la Humanidad le fue entregada, y así Jesús lo llamó «el Príncipe de este mundo». Azota a las ovejas con el látigo de los sufrimientos presentes, las retiene con las cadenas del pecado, y a ninguna deja cruzar la cerca. Es un carcelero.

El Pastor es Cristo. «A éste le abre el guarda»: Cuando quiso entrar, Satanás fue obligado a echarse atrás. No pudo sellar con el pecado el alma de la Virgen, ni ensuciar sus purísimas entrañas. Desde la distancia contempló cómo el Pastor se introducía en el aprisco, y lanzó piedras contra Él. «Las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera»: Él no llama a sus ovejas como a un rebaño. Se acerca a cada una, la mira a los ojos, y pronuncia su nombre (¿Has escuchado tú a Jesús pronunciando tu nombre?). Después la invita: «sígueme»… Porque quiere sacarla del aprisco y llevarla a los pastos eternos. «Camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz»: muchas veces, el camino se hace difícil, oscuro, incomprensible. Pero, incluso entonces, la voz del Pastor llena de confianza el alma. Yo no seguiría a nadie de este mundo hasta los recodos por los que me ha llevado Él. Pero, si Él va delante… «Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo».

La puerta: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha» (Lc 13, 24). Es la humildad, el sometimiento, la pobreza… Por ellas entró el Pastor, al nacer pobre, hijo de una Virgen humilde, y envuelto en pañales sobre un pesebre. Por esa puerta salió del aprisco, cuando el guarda fue postrado por tierra en el Calvario. La única puerta es la Cruz. Nadie puede salir si no la cruza en pos del Pastor.

El ladrón está entre nosotros. «El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago». Llama también a las ovejas, aunque aún no ha aprendido a pronunciar su nombre. «El que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón»: el ladrón nada quiere saber de la Cruz. Ofrece a las ovejas una vida fácil, llena de consuelos terrenos y les promete librarles del dolor: «compre», «consuma», «no se prive», «gane dinero», «viva bien», «disfrute»… A algunas ovejas, incluso les promete la vida eterna y la unión con Dios ofrecié
ndoles caminos de salvación distintos de la Cruz. Pero todo lo que quiere es poseer a las ovejas, porque se busca a sí mismo.
La Divina Pastora: es la Madre del Pastor y se llama María. Está en la Puerta, al pie de la Cruz, y es capaz de volver dulce cada espina y cada clavo.