2Cr 24, 17-25; Sal 88; Mt 6, 24-34

… Así lo decimos. «¡Búscate la vida, chaval!» Es una frase tan lapidaria, que merecería coronar las sepulturas. Tras ella se oculta el convencimiento de que, si no nos ayudamos a nosotros mismos, nadie nos ayudará a salir adelante. Hay que moverse, hay que poner en marcha la imaginación, hay que echar mano de todas las tretas a nuestro alcance para abrirnos paso en este mundo tan hostil. «Aquél que da primero, da dos veces», y «el que se fue a Sevilla, perdió su silla». «Si no te mueves, te pudrirás», vinieron a decirme el otro día, en una versión adaptada del «¡Búscate la vida, chaval!»… Para «buscarnos la vida», somos capaces de emplear a Dios como ariete que nos abra el camino a través de una selva de hombres, olvidando que son nuestros hermanos. Los muy «piadosos», mientras se buscan la vida, procuran dar un contenido profético a sus tretas: «Lo hago por el Reino; lo hago por Dios; lo hago por los demás»… Es extraño que todo les salga tan «a su gusto», que parezca «su reino», y que siempre se beneficien «sus demás».

«¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?». Y, al final… Todo para nada. Te buscaste la vida, y de todas formas te encontró la muerte. ¿Qué voy a decir en tu funeral? ¿Diré que en el nombre de Dios te abriste a codazos un espacio, y que desplegaste allí, a tus anchas, todas tus capacidades? ¿Diré que conseguiste que te dejaran mostrar tus talentos ante un público rendido, y que te gustaba que te halagasen para responder «yo soy un pecador»? ¿Diré que lograste abrir tus alas de par en par, como una mariposa, y que en ellas habías grabado el nombre de Cristo? Quizá, si lo hago, se levante alguno de aquellos a quienes apartaste del camino de un alazo… ¿Diré que glorificaste a Dios con tu vida… Pero tendré que callar que no quisiste glorificarlo con tu muerte? Perdona mi insolencia: preferiría estar ante uno que ha muerto por Cristo que ante uno que ha vivido, y mucho -quizá demasiado- «por Él».

«Buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura». Sé que los «listos» de este mundo apostillan: «sí, buscar el Reino, pero con inteligencia»… Y, con esa glosa, profanan la inteligencia, consideran que ellos conocen la Voluntad de Dios mejor que nadie, y logran que la frase de Jesús signifique «¡Búscate la vida, chaval!»… Sé que conlleva un riesgo no desear en esta vida sino obedecer y cumplir la Voluntad de Dios. Tememos que, en lugar de esas alas tan bonitas, Dios nos pida que extendamos los brazos en la Cruz, que pasemos a través del desprecio y la humillación, y que ofrezcamos el silencioso sacrificio de unas alas plegadas por Amor… Sé todo eso y, sabiéndolo, prefiero mantener mi apuesta y no retirar mi ficha: buscar solamente el Reino de Dios, y dejar que Dios se ocupe de mi vida y ponga su misteriosa «añadidura».
El mundo, y sus «piadosas» gentes, podrá considerarlo un desperdicio o una insensatez…

Pero, a fin de cuentas, también el mundo, este mismo «mundo» quiso convencer a María de que su Hijo estaba loco. ¡Que se busquen la vida ellos!