Ya está aquí (en algún lugar), el esperado iPhone, el teléfono de Apple. Lo anuncian en los telediarios, en todas las páginas web de los periódicos. Hablan tanto de él que parece que pierde la exclusividad de los que siempre hemos usado Mac, y parece que dentro de una semana media humanidad tendrá un iPhone, el original será el que tenga un Motorola. Hablar mucho de algo parece que lo banaliza, y lo trivializa haciendo que pierda importancia. Y ahora hablamos tanto de todo. Se ha banalizado la política (que era el arte de gobernar), el periodismo que existía para informar, la religión que se ve como una ideología, sin hablar de la familia, los hijos, el sexo, la educación, la patria …, de tanto hablar muchas cosas han perdido su sentido. Habría que callarse un poquitín, guardar silencio y aprender a escuchar.
“Hijo mío, si aceptas mis palabras y conservas mis consejos, prestando oído a la sensatez y prestando atención a la prudencia; si invocas a la inteligencia y llamas a la prudencia; si la procuras como el dinero y la buscas como un tesoro, entonces comprenderás el temor del Señor y alcanzarás el conocimiento de Dios.” Para aceptar la Palabra del Señor hay que escuchar. Si no escuchamos entonces es el mismo hombre el que se trivializa. San Benito, patrón de Europa, se retiró -unos cuantos años-, a escuchar y adquirió prudencia, inteligencia y sensatez. Ahora tenemos tantas ganas de hablar y tan pocas de escuchar que seguramente la mayoría de las cosas que digamos serán tonterías. Podríamos intentar hoy tomar nota de cuántas cosas de las que decimos hoy son realmente importantes y cuántas cosas importantes escuchamos. Veremos que son muy pocas. Ahora que e paso bastantes horas muy cerca del Sagrario (aunque estemos de una punta a otra de la “parroquia” no llega a ocho metros), paso bastante tiempo en silencio, leyendo y mirando al Señor en la Eucaristía, y la verdad es que se agradece. Ojalá este verano dediquemos mucho tiempo a escucharle.
“En aquel tiempo, dijo Pedro a Jesús: -«Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?»” San Pedro y sus compañeros llevaban años escuchando al Señor, pero les faltaba el Espíritu Santo para hacer silencio y entender lo que oían. Ademas de escuchar hay que interiorizar. La Palabra de Dios es “tajante y eficaz” pero tiene que entrar hasta el tuétano, no podemos dar un respingo al primer pinchazo. Dios es exigente, pide fidelidad, pero nos da todos los medios para caminar siempre a su lado, escuchando su Palabra y haciéndola vida, pero para eso hay que dejar que cale hasta el fondo del alma. Estoy convencido que si un día tengo un iPhone sólo sabré usar un 10 % de las prestaciones que tiene (soy incapaz de leerme un manual), pero seguiré diciendo que es el mejor teléfono del mercado, con más o menos acierto y convicción. Así nos pasa muchas veces con Dios, tenemos un pequeño “barniz” católico, pero no dejamos que profundice en nosotros, hasta que podamos decir como María “hágase en mi según tu Palabra,” sin miedos y con toda confianza.