Ayer casi bato un récord en la Misa de la tarde. Durante el Evangelio estaban siete, y todos hombres. El récord no era por el número (tantas veces he celebrado a uno solo), pero creo que era la primera vez que en una parroquia todos eran hombres, y una edad media de unos 30 años. Durante el Evangelio ha llegado el monaguillo (que bajaba la media), y su madre (que me fastidiaba el récord); luego han ido llegando algunos matrimonios más. En mi parroquia son excesivamente puntuales. Durante la Misa han pasado unos cuanto paseando y miraban por la ventana (es todo tan pequeño que casi de un vistazo se ve al completo), y, como tantas veces, ponían cara de incredulidad. Después de dar un paso piensan que el sonido no se trasmite y se les oye comentar: “están diciendo Misa ahí”… “Eso es la parroquia” y cosas parecidas. Tal vez alguno se escandalice de ver una Misa en una caseta de obras, pero es Señor está tan presente como en la catedral de Colonia. Hay gente que se escandaliza por tonterías y, muchas veces, por miedo a evitar lo que consideramos “escándalo” nos quedamos sin hacer nada, por no llamar la atención.
«¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oírte?» Jesús fue el primero que escandalizó, y era bien consciente de ello. Cuantas veces por no escandalizar aguamos el Evangelio, somos demasiado prudentes y perdemos frescura. Yo mismo considero a veces que en estos tiempos hay “batallas perdidas” que la Iglesia nunca recuperará. Hasta que haces un rato de oración y entonces te pones a escandalizar.
Batallas perdidas para muchos en la Iglesia: las relaciones prematrimoniales, los anticonceptivos, el divorcio, el aborto como ley civil, la sinceridad, la fecundación “in-vitro,” el valor de la humildad, la masturbación, el consumismo y el despilfarro, la castidad, la confesión frecuente, la Eucaristía al menos semanal, las vocaciones sacerdotales y religiosas,… cada uno podrá ir añadiendo. Muchas veces hemos tirado la toalla como diciendo que eso ya no tiene marcha atrás. Como tememos el fracaso evitamos esos temas y preferimos no escandalizar con la doctrina de la Iglesia y dejamos a la gente en la ignorancia. Son heridas tan profundas en la sociedad que podemos decir con Jeremías: «Tu fractura es incurable, tu herida está enconada; no hay remedio para tu llaga, no hay medicinas que te cierren la herida. Tus amigos te olvidaron, ya no te buscan, porque te alcanzó el golpe enemigo, un cruel escarmiento, por el número de tus crímenes, por la muchedumbre de tus pecados.”
Pues habrá que escandalizar: «Escuchad y entended: no mancha al hombre lo que entra por la boca, sino lo que sale de la boca, eso es lo que mancha al hombre.» Los fariseos de nuestro tiempo, guías ciegos, se escandalizarán y tacharán a los católicos de reaccionarios o integristas. Peor habrá que decir que, aunque todo el mundo se vuelva loco, aunque enciendas la televisión, leas un diario o eches un vistazo a Internet y te encuentres con un ambiente que el que ni Dios ni la moral existen, eso no es excusa para que no podamos ser santos y vivir según los dones del Espíritu Santo. Hoy, en este siglo y en este año, se puede ser sincero, casto, alegre, amigo de tus amigos, piadoso, respetuoso, caritativo y solidario. ¿Qué el mundo no quiere serlo? pues que no lo sea, pero tú y yo podemos con la gracia de Dios. Y el escándalo de muchos por nuestra coherencia con la fe será acicate para que ellos descubran que se puede vivir hoy según Cristo.
A nuestra Madre la Virgen le encanta “escandalizar.” En su tiempo y ahora, cuando se aparece a unos pobres pastorcillos de una aldea perdida de Francia, de Portugal, o de tantos otros sitios. Pidámosle a ella la gracia de ser piedra de escándalo, pero según el modelo de Cristo.