Comentario Pastoral
EL DESIERTO DEL ADVIENTO

Si nos basamos en el comienzo del evangelio de San Marcos, que se lee en este domingo, hay razón suficiente para afirmar que el tema del desierto no es ajeno al espíritu del Adviento. De Juan se dice que era «una voz en el desierto».

Para nuestra mentalidad actual el desierto es un lugar inhóspito, nada atrayente, donde uno puede morir de sed y de soledad o perderse a causa de la arena o del viento que borra todos los caminos. Sin embargo, el pueblo de Dios tuvo una experiencia muy diferente. En el desierto se sintió salvado, guiado, liberado. Allí Dios le configuró como pueblo suyo, le habló, le alimentó y le mostró su amor.

En realidad el desierto hace referencia al lugar misterioso donde Dios y el hombre se encuentran frecuentemente. En el desierto las tentaciones provocan testimonios de fe, la soledad se cambia en plenitud, la sed se convierte en anhelo, el hambre genera una oración confiada.

En el Adviento de 2005, como en todos, se hace necesario escuchar la voz y el mensaje del Bautista. Necesitamos ir al desierto para escuchar palabras auténticas por encima de los gritos de la vida cotidiana. Ya apenas creemos nada, porque las palabras que siguen aumentando los diccionarios parece que solo sirven para la poesía. Es preciso salir del torbellino de los reclamos publicitarios y del vértigo de las distracciones para encontrar momentos y espacios de sosiego que ayuden a valorar el sentido de nuestra existencia y el valor de nuestros afanes.

Hay que descubrir los desiertos actuales que propician el encuentro con Dios: desiertos de silencio para la escucha y la meditación; desiertos de soledad que reconfortan y animan a una vida mejor, desiertos de consuelo espiritual para superar las lamentaciones inútiles.

Para que no fracase nuestro Adviento hay que ir a los desiertos indispensables de la vida cristiana, que afinan nuestra esperanza, porque «el Señor no tarda» y debe encontrarnos «en paz con él, santos e inmaculados».

A propósito del desierto, volvemos a leer hoy estos insuperables versos de Isaías: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que los montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale».


Andrés Pardo


Palabra de Dios:

Isaías 40, 1-5. 9-11

Sal 84, 9ab-10. 11-12. 13-14

san Pedro 3, 8-14

san Marcos 1,1-8

Comprender la Palabra

Un Profeta anónimo, cuyas palabras se recogen en el Libro de Isaías (1ª Lectura), anuncia a los judíos, que un día fueron deportados a Babilonia y dispersados por diversos países, la pronta liberación y el retorno a la Patria, a Jerusalén. El Profeta en su anuncio los ve regresar; es como un nuevo Éxodo (Pascua) a través del Desierto. Ve venir en ellos, con ellos, la Gloria de Dios; Dios mismo los reúne y los trae. La Salvación de Dios en clave de reunión de los dispersos. Por tanto, el mismo Dios dice por boca del Profeta: “Consolad, consolad, a mi Pueblo… Mirad, Dios el Señor LLEGA con fuerza”.

Pero el anuncio del Profeta sigue vigente. YA SI se ha cumplido (los que fueron llegando) pero TODAVÍA NO plenamente, definitivamente. Los que iban llegando se encontraron con la ruina, la desolación; todo por hacer. Pero las palabras del Profeta tienen largo alcance: Es el Mesías, Cristo, el que viene, el es la Gloria del Señor. Los Profetas del Antiguo Testamento enfilan las dos Venidas de Cristo como si fueran una sola. Fue necesaria la 1ª Venida de Cristo – el Mesías paciente – para distinguir la 2ª Venida de Cristo – el Mesías triunfante -. Sólo entonces seremos “ consolados”

En el heraldo del anuncio profético reconocemos a Juan Bautista, a quién contemplamos en la Lectura del Evangelio de este Domingo IIº de Adviento. También Juan, el Precursor del Señor, entiende la Venida de Cristo, desde la perspectiva del Antiguo Testamento, sin distinguir las dos Venidas.

El Apóstol San Pedro (2ª Lectura), supuesta la 1ª Venida del Señor, se refiere a la Segunda: “Esperad y apresurad la Venida del Señor”. Las imágenes literarias, tomadas de la Literatura Apocalíptica del Antiguo Testamento, significan el final, no del mundo. del cosmos, de la creación, sino de este mundo, es decir, de las potencias del mal. que predominan en el curso de la Historia.

“Habrá cielos nuevos y tierra nueva”, habrá purificación, renovación, definitivas. “… en que habite la justicia” la humanidad perfecta, sin defecto ni tacha, en bienaventuranza eterna.

8 diciembre. La Inmaculada Concepción de la Virgen María

La solemnidad de la Inmaculada Concepción de María cae siempre en Adviento. En María. preservada del pecado original y de todo pecado personal; en María, santificada desde el primer instante de su existencia – la Virgen Santísima -, se nos anticipa la liberación de todo pecado, la santidad, la perfección, de la Iglesia Triunfante: la Humanidad Salvada, Glorificada, que esperamos; hacia la que nos encaminamos. María, en su concepción Inmaculada, aparece ante nuestros ojos como la Imagen, acabada de nuestras profundas aspiraciones.

Dios le concede a María los dones singulares de pureza y santidad en atención a los méritos de su Hijo Jesucristo; en atención a su excelsa dignidad de Madre de Cristo, Madre de Dios; en razón de su Maternidad Divina. Ninguna otra criatura humana ha estado tan cerca ( con cercanía quasi-física) de la Puridad y Santidad de Dios, de la Santísima Trinidad, como María.

La Concepción Inmaculada de María está insinuada, más aún – a la luz del Nuevo Testamento – implícitamente revelada, en “la Mujer” anónima, contra quien establece hostilidades “la Serpiente”; contra Ella y “su Estirpe”: el Hijo. Y ella – la Mujer – La Estirpe – “la herirá en la cabeza”. La tradición cristiana ha contemplado en “la Mujer” a María, Vencedora en Cristo del pecado, raíz de todo mal.

Y en el Saludo del Ángel a María, en la Anunciación del Misterio de la Encarnación, reconocemos también la Concepción Inmaculada de María, por su plenitud de gracia de Dios.

Avelino Cayón


al ritmo de la semana


La Inmaculada Concepción de la Virgen María – 8 de diciembre

Los orígenes de la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María se remontan a los siglos VII VIII en Oriente. Poco a poco fue penetrando en Occidente, en el siglo IX en Italia, Inglaterra e Irlanda, hasta que se impone claramente en el siglo XI, extendiéndose por toda la Iglesia. Parece que se buscó el plazo de los nueve meses antes del 8 de septiembre, fiesta del nacimiento de María. El 8 de diciembre de 1854, Pío IX, después de haber consultado a todos los obispos del mundo, para que se le manifestasen su sentir y el de sus fieles en este punto, declaró como dogma de fe que 1a Bienaventurada Virgen Maria fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano… «
La Inmaculada Concepción de María no sólo supone la preservación del mal, sino también la
plenitud de gracia. El pecado entra en el mundo cuando el hombre quiere afirmar su yo con la no aceptación de Dios. En María la humanidad ha conseguido ya la primera victoria plena sobre el pecado. Dios le ha vestido «un traje de gala» y le ha envuelto en un «manto de triunfo». Pero es al mismo tiempo recuerdo de la lucha contínua que espera a esa humanidad contra la tentación y el pecado. Las hostilidades entre la estirpe de la serpiente y la mujer no acaban con la victoria de María. Esta nos da la esperanza y la alegría en la lucha.
María en su Inmaculada Concepción es la imagen radiante de lo que la Iglesia aspira a ser, de lo que la Iglesia, toda ella, un día será: la Esposa del Señor, Esposa gloriosa, sin mancha ni arruga, santa e inmaculada. “Purísima había de ser la Virgen que nos diera el Cordero inocente que quita el pecado del mundo. Purísima la que, entre todos los hombres es abogada de gracia y ejemplo de santidad».


J. L. O.

Para la Semana

Lunes 3:
La lnmaculada Concepción de la Virgen María. La preparación radical a la venida del Salvador y el feliz comienzo de la Iglesia, hermosa, sin mancha ni arruga.




Génesis 3,9 15.20. Establezco hostilidades entre tu estirpe y la de la mujer.

Efesios 1,3 6.11 12. Nos eligió en la persona de Cristo antes de crear el mundo.

Lucas 1,26 38. Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.

Martes 3:
San Juan Diego Cuachtlatoztzin

Isaías 40, 1-11 Dios consuela a su pueblo.

Mateo 18,12-14. Dios no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.

Miércoles 3:
Santa Eulalia de Mérida (s.III), virgen, mártir a los doce años.

Isaías 40, 25-31 El Señor da fuerza al cansado y acrecienta el vigor del inválido.

Mateo 11,28-30 Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.

Jueves 3:
En Madrid, saznta Maravillas de Jesús, virgen (1891-1974), ingreso en las Carmelitas Descalzas, funda 11 Carmelos. Tenía verdadera pasión y celo por la gloria de Dios y la salvación de las almas. Fué canonizada en Madrid, el 4 de mayo de 2003.

Cantar 8,6-7. Es fuerte el amor como la muerte.

Lucas 10, 38-42 María ha escogido la mayor parte.

Viernes 3:

Isaías 48,17 19. Si hubieras atendido a mis mandatos.

Mateo 11, 16 19. No escuchan ni a Juan ni al Hijo de hombre.


Sábado 3:
Santa Lucia, virgen y mártir en Siracusa, durante la persecución de Diocleciano.

Eclesiástico 48,1 4.9 11. Elías volverá para reconciliar y restablecer las tribus de Israel.


Mateo 17,10 13. Elías vendrá y lo renovará todo. Ha venido y no lo reconocieron.