Bueno, los enanos de ayer pueden volver a menguar. Hoy hemos pasado del “imposible” al “haremos todo lo posible”, cambia mucho la cosa y, sobre todo, ya no me quita la paz, será lo que Dios quiera y será lo mejor. Parroquia grande o parroquia pequeña, sobre todo que sea parroquia. Hay lecturas que me cautivan, y una de ellas (ya he hecho algún comentario sobre este mismo versículo), es la de hoy de Isaías.
“Yo, el Señor, tu Dios, te agarro de la diestra y te digo: «No temas, yo mismo te auxilio.» No temas, gusanito de Jacob, oruga de Israel, yo mismo te auxilio -oráculo del Señor-. tu redentor es el Santo de Israel.” “Oruga” y “gusanito”, ¿no habrá animalillos más agradables?. Pues para gustos los colores, pero a mi me encanta la comparación. Es verdad que el Vaticano deslumbra, que hay templos maravillosos, que la liturgia bien celebrada acapara toda la atención, que la historia de la Iglesia será lo que quieras, pero es larga, muy larga, y llena de sabiduría. Todo eso junto puede apabullar. Juntando números de los que se bautizan, acuden a actos concretos o concentraciones, la Iglesia puede parecer muy grande y poderosa. Pero sinceramente, la Iglesia no deja de ser un “ gusanito de Jacob, oruga de Israel”. Y por eso hay que dar gracias a Dios. El presupuesto es mínimo comparado con cualquier multinacional extendida por todo el mundo. Sus “empleados” están perfectamente desorganizados. Sus fieles son los más infieles y poco apasionados de cualquier equipo de fútbol. Tiene, a la vez, enormes templo de granito, edificios de ladrillo, bajos comerciales, casetas de obra y chamizos de hierbas en medio de la sabana. Comparada con cualquier obra humana es muy, muy pequeña, aunque pueda tener una cabeza muy grande y vistosa.
Algunos quieren -como pasa con los gusanos-, separarse del cuerpo y volver a crecer como la verdadera iglesia pobre y humilde. Pero si se separan de la cabeza que es Cristo no serán la Iglesia, serán otra cosa. Quien dentro de la Iglesia quiera verla como un “lobby” de poder es que conoce muy poco la Iglesia y se guía por su propia soberbia que es más grande que toda la Iglesia.
La Iglesia Católica “es” como una oruga. Muy pequeña, muy llena de nuestros pecados y se arrastra casi sin ser notada por un mundo que se aleja de Dios. Muchos se empeñan en señalarla como un monstruo devorador de conciencias y personas. Es tan estúpido como el niño que grita ante un gusano y, su padre, cuando se acerca se ríe de él. ¿Que somos muchos? Hasta que no estemos todos siempre seremos pocos ( y tantos están sin estar). ¿Qué tiene mucho poder? Vean las legislaciones de los países de tradición cristiana a ver cómo concuerdan con el Evangelio.
«Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. Desde los días de Juan, el Bautista, hasta ahora se hace violencia contra el reino de Dios, y gente violenta quiere arrebatárselo. Los profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo. El que tenga oídos que escuche.» La Iglesia sigue siendo como Juan Bautista, una voz en medio del desierto, aunque le cueste que le corten la cabeza pues alguno ve una amenaza.
Cuando veo al Papa tan pequeño, tan poca cosa, pienso en el gusanito de Israel. El único poder de la Iglesia es que anuncia la verdad que es Cristo, la misericordia que refleja el corazón de Dios, la alegría que es fruto del Espíritu Santo. Puede ser más grande a los ojos de Dios una pequeña parroquia de un barrio humilde de un país del tercer mundo que una gran catedral llena de turistas. Pero en la Iglesia no hacemos comparaciones, ya dirá Dios lo que quiera.
La Virgen se consideró a sí misma Esclava del Señor. Una “oruga”. Pues yo quiero seguir – como las orugas procesionarias-, la estela de esa oruguita.