Termino de escribir los comentarios por unas semanas. O s dejo en mejores manos que las mías y en teclados más sensatos. Como un culebrón os dejo sin saber si el día de Nochebuena tendremos la estructura modular grande o la caseta de treinta metros cuadrados (yo tampoco lo sé, y hoy llueve). Tampoco sé si habrán arreglado la calefacción de mi casa (que lleva quince días estropeada), o si se habrá resuelto el problema que hoy me ha surgido con el calentador de agua (toca también agua fría, y tampoco soy tan santo). Estas cosas siempre ocurren los viernes. Hay temporadas en las que parece que pocas cosas pueden ir peor (aunque a veces se consigue). Con esto de la crisis cada semana alguien de la parroquia me dice que se ha quedado en paro, con el cambio de vida que eso supone y la preocupación que genera. Alguna feligresa de esas que rezan y trabajan mucho está en el hospital, a uno de los niños de la parroquia le han detectado un cáncer, la Navidad es amarga para los menores de los centros de internamiento, y podríamos seguir dando noticias tristes, seguro que tu puedes añadir unas cuantas. Pero estamos en Adviento y tenemos que gritar con el corazón: ¡Levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación!
“Cuando bajaban de la montaña, los discípulos preguntaron a Jesús: – «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?» Él les contestó: – «Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido, y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos.» Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista.” Renovarlo todo. Podemos verlo como una promesa que se cumplirá, algún día, pero que de momento tenemos que sufrir amargamente. Nada más lejos de la realidad. Si Cristo sólo fuese un consuelo futuro podríamos acordarnos de Él a la hora de la muerte y punto. Pero el Espíritu Santo actúa y actúa ahora. Lo que pasa es que a veces tratamos a Dios a nuestro antojo. Le decimos una y otra vez “Si eres el Hijo del Dios baja de la cruz”, y esperamos una respuesta distinta a la del Gólgota. Entonces somos incapaces de reconocer a Dios en nuestra vida. Dios construye poniendo los cimientos en la cruz. No es un momento de “silencio de Dios”, pues sobran las palabras y la realidad lo dice todo. Podríamos decir que Cristo en la cruz ha “absorbido” todo el pecado y el mal del mundo y lo ha renovado todo. Los que simplemente miraban a un condenado, no se enteraron de nada. Muchas veces no somos capaces de verlo, pero es una realidad que hay un antes y un después de Jesucristo en su paso por la tierra. Los que se quedan mirando un hecho sin referirlo a Cristo se quedan sin distinguir la profundidad. ¿Piensas que Dios te abandona por que las cosas no vayan según quieres, incluso si van objetivamente mal? Puede ser que no tengamos estructura modular, salgan carámbanos en mi pasillo, no encuentres trabajo, los enfermos no se curen, la Navidad sea lo más contrario a unas ¡felices fiestas! que podamos imaginar; pero reza, mira hacia arriba, confía en el amor de Dios y no perderás la paz ni la alegría.
Tal vez la primera Navidad fue lo más lejano a lo que ahora entendemos por una feliz Navidad (hacía frío, no había posada, estaban lejos de casa, rodeados de desconocidos, perseguidos sin saberlo, carentes de lo más básico), pero ahí, con la confianza de María y de José, empezó a gestarse la Salvación de toda la humanidad. También en las dificultades estás poniendo la semilla que Dios hará crecer en ti para que seas luz para las naciones, esperanza del mundo. De otra manera estarás tratando a Dios a tu antojo y no dejando que Dios te trate con ternura, a pesar de los problemas.