Comentario Pastoral
EL ADVIENTO DE MARÍA

La Navidad no se improvisa, hay que prepararla. Los afanes no pueden reducirse a preparativos ambientales de nacimientos, árboles, villancicos, luces, turrones y christmas. Es también necesaria una preparación interior con sensibilidad espiritual, activa; este es el sentido y la finalidad del Adviento que estamos viviendo.

El primer y mejor Adviento de la historia fue vivido por María durante nueve meses en expectación del parto del Salvador. Por obra del Espíritu la Palabra fué creciendo en sus entrañas hasta la gran manifestación de la Navidad. A ejemplo de María hay que vivir consecuentemente en Adviento, en expectación, dejándonos guiar por el Espíritu de Dios que obra maravillas en el interior.

María nos encubre a Dios en Adviento para descubrirnoslo en la realidad pletórica y nueva de la Navidad. El «sí» de María hizo posible la primera venida del Salvador; por eso ella es la que siempre le precede. ¡Qué consolador es saber que Dios viene siempre a través de María!

La Virgen del Adviento es la virgen joven de la anunciación, que se estremece ante el mensaje del ángel. Es la joven madre que aprende a amar a su hijo sintiéndole crecer dentro de sí. Es el creyente dócil que acepta los planes de Dios y encarna dentro de sí la Palabra por obra del Espíritu. Es la mujer, de la esperanza que, desde el silencio de Nazaret, se prepara a entregar al mundo la salvación, hecha carne en Jesús.

Cuando aguardamos la venida del Redentor levantamos los ojos hacia su Madre para llenarnos de gozo y de gratitud sincera. María es la puerta del cielo y la estrella del Adviento. Ella es claridad eterna que ilumina con luz de estrella prodigiosa las tinieblas de nuestro desconcierto.

María nos abre las puertas de la Navidad, preparadas por Isaías y el Bautista. Esperemos como ella la venida del Señor: con alegría y sobre todo con gracia.

Andrés Pardo


Para orar con la liturgia
Te alabamos, te bendecimos y te glorificamos por el misterio de la Virgen Madre.
Porque, si del antiguo adversario nos vino la ruina,
en el seno virginal de la hija de Sión ha germinado aquel que nos nutre con el pan de los ángeles,
y ha brotado para todo el género humano la salvación y la paz.
La gracia que Eva nos arrebató nos ha sido devuelta en María.
En ella, madre de todos los hombres,
la maternidad, redimida del pecado y de la muerte, se abre al don de una vida nueva.
Así, donde había crecido el pecado se ha desbordado tu misericordia
en Cristo nuestro Salvador.



Palabra de Dios:

Samuel 7,1-5.8b-12.14a.16

Sal 88, 2-3. 4-5. 27 y 29

san Pablo a los Romanos 16, 25-27

san Lucas 1,26-38

Comprender la Palabra

A diferencia de los tres Domingos anteriores, el Domingo Cuarto de Adviento cae dentro de la órbita de la Solemnidad de la Navidad. En las lecturas bíblicas de los tres domingos precedentes predomina la visión de la majestad del Señor en su 2ª Venida. En las lecturas bíblicas de este Domingo, el último de Adviento, se nos invita a fijar la atención en la humildad del Señor en su 1ª Venida.

En la Lectura del Evangelio escuchamos episodios inmediatos al Nacimiento de Cristo; este año (ciclo B), el Relato de la Anunciación del Arcángel San Gabriel a la Virgen María.

Recibe María la noticia-revelación del Misterio, «mantenido en secreto durante siglos eternos» -en expresión del Apóstol San Pablo (2ª Lectura). Misterio, que ha de manifestarse-realizarse no sin la cooperación generosa de María, prestando Ella su consentimiento:

“Hágase en mí según tu palabra». María simboliza con su SI a los creyentes de todas las naciones, que, en expresión del Apóstol (2a Lectura), «serán traídos a la obediencia de la fe».

Al revelarle a María el Arcángel San Gabriel el Misterio de la Encarnación («concebirás en tu vientre y darás a luz un Hijo y le pondrás por nombre Jesús «), alude a la Profecía de Natán al rey David, que escuchamos en la ]U Lectura. Pero obsérvese la diferencia: Natán al profetizar está pensando en el rey David, a quien se dirige; pero Dios, por boca de su Mensajero, haciendo suyas las palabras proféticas de Natán, las pronuncia refiriendolas a Jesucristo. De este modo la Profecía de Natán tiene su sentido pleno en Cristo, como podemos verificarlo:

«Te haré grande» -le dice Natán a David; «Será grande» -dice el Mesías el Arcángel a María. «Tu casa y tu reino durarán para siempre en mi presencia» -le díce Natán a David; «El Señor Dios le dará el trono de David su padre … y su reino no tendrá fin» -le dice el Arcángel a María.

El Relato de la Anunciación, a la luz de la Revelación plena de Dios en Cristo, es afirmación solemne de la Divinidad de Jesucristo: «EI Santo, que va a nacer, se llamará Hijo de Dios». «Este es el Misterio … dado a conocer. .. para traer a todas las naciones a la obediencia de la fe». (2ª Lectura).



Natividad del Señor



La solemnidad de la Navidad (Natividad) de Jesucristo, el 25 de Diciembre, guarda relación inexcusable con la otra gran Solemnidad (ya no de precepto) de la Encarnación del Hijo de Dios, el 25 de Marzo. ¡Los nueve meses de Gestación de la Virgen Madre, María!

La Celebración de la Navidad del Señor tiene cuatro formularios con sus correspondientes conjuntos de Lecturas bíblicas: Misa de la Víspera -Mise¡ de Medianoche- -Misa de la Aurora- -Misa del Día-. Total, 12 Lecturas.

En las Lecturas Bíblicas aparece de modo relevante el contraste entre lo visible y lo invisible en el Misterio de la Encarnación-Nacimiento, que celebramos.

En lo visible -«el niño, envuelto en pañales y recostado en el pesebre» -transparece lo Invisible -«un Salvador (único): el Mesías, el Señor» (Dios). En «la carne» (en la debilidad de nuestra condición humana, excepto el pecado), asumida en unión inefable, reconocemos, a la luz de la fe, a «la Palabra de Dios», «al Hijo Único del Padre, que está en el seno del Padre». (Evangelios de la Misa de Medianoche y del Día, respectivamente).

La Unión inefable de lo Humano y lo Divino en Jesucristo se nos revela también bajo la imagen de los desposorios: el Matrimonio Inefable de Dios en Cristo, el Esposo, con la humanidad, llamada a ser la Iglesia, la Esposa (la Lectura de la Misa de la Víspera y la Lectura de la Misa de la Aurora).



Avelino Cayón


al ritmo de la semana


La Natividad del Señor – 25 diciembre

El jueves celebramos la solemnidad de la Natividad del Señor. Un día cargado de densidad espiritual y teología. Cuatro convocatorias para celebrar la Eucaristía; la víspera -misa de la vigilia- a medianoche, al alba y en el día. Es como si la Iglesia quisiera estar continuamente contemplando el misterio. Ya de víspera se nos dispone los ánimos para la celebración: «Hoy vais a saber que el Señor vendrá y nos salvará, y mañana contemplaréis su .gloria». La comunidad cristiana se alegra porque ha terminado la larga espera de la humanidad. El Mesías nacerá de Maria, la virgen desposada con José.

El momento culminante de la celebración de medianoche lo ocupa el anuncio del ángel: «Os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador: el Mesías, el Señor … » Y en este anuncio feliz se revela la gloria del Señor, que envuelve con su claridad no sólo a los pastores, los primeros en oir la buena noticia, sino a todos los creyentes que en esa noche velan para recibir al Rey y Señor. .

La misa del alba está impregnada de la alegría de los pastores y de la dicha silenciosa de María, «que conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón».

Navidad no es un día cualquiera, una fiesta más: «Nos ha amanecido un día sagrado; venid, naciones adorad al Señor, porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra». Ese niño recién nacido es «la Palabra que ya existía en el principio, que estaba junto a Dios y era Dios … y vida … y luz de los hombres … que se hizo. carne y acampó entre nosotros». La venida del «Hijo por medio del cual Dios ha ido realizando las edades del mundo … el reflejo de su gloria, impronta de su ser», trae consigo la salvación de Dios, que llegará a todos los confines de la tierra.

La encarnación del Hijo de Dios ha sido un maravilloso intercambio, en el que «el hombre ofreció a Dios la naturaleza humana que él creara y que el pecado dañó, para recibir, en Cristo, la participación en la divinidad».


J. L. O.

Para la Semana

Lunes 3:

1 Samuel 1,24-28. Ana da gracias por el nacimiento de Samuel.

Lucas 1,46-56. El Poderoso ha hecho obras grande por mí.

Martes 3:

Malaquías 3,1-4.23-24. Os enviaré el profeta Elías antes de que llegue el día del Señor.

Lucas 1,57-66. El nacimiento de Juan Bautista.


Miércoles 3:

2 Samuel 7,1-5.8b-12.14a.16. El reino de David durará por siempre en la presencia del Señor.

Lucas 1,67-68. Nos visitará el sol que nace de lo alto.


Jueves 3:
La Natividad del Señor. Dios ama a los hombres: son sus favoritos. El nos salva. Pero su salvación está enraizada en la historia. En Jesús, Dios se hace carne, Dios con nosotros.



Medianoche:

Isaías 9,1-3.5-6. Un hijo se nos ha dado.

I Tito 2,11-14. Ha aparecido la gracia de Dios para todos los hombres.

Lucas 2,1-14. Hoyos ha nacido un salvador.



Día:

Isaías 52,7-10. Los confines de la tierra verán la victoria de nuestro Dios.

Hebreos 1,1-6. Dios nos ha hablado por su hijo.

Juan 1,1-18. La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.


Viernes 3:
San Esteban, hombre lleno de gracia y poder, el primer mártir de la historia cristiana.

Hechos 6,8-10; 7,54-60. Veo el cielo abierto .

Mateo 10,17-22. No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de nuestro Padre.


Sábado 3:
San Juan, apóstol predilecto de Jesús y autor del cuarto evangelio.

1 Juan 1,1-4. Os anunciamos lo que hemos visto y oído.

Juan 20,2-8. El otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro.