Como lo de no tener luz en la parroquia parece que va a durar al menos hasta el lunes, tendremos que celebrar a la luz de las velas y con el calor que da que se llene pronto la casata-parroquia. Como hoy casi no nos vemos la cara es posible predicar de cosas que otras veces no te atreves. Comenzaré con un breve excursus (o “excursis”, a elegir). Muchos piensan que el Concilio Vaticano II promovió una reforma litúrgica, no fue así. La reforma de la liturgia ya estaba en marcha antes del Concilio. Puedo estar de acuerdo que con dicha reforma o no (y desde luego no con los abusos posteriores), pero sí es cierto que se ha perdido gran parte del sentido de Misterio que antes rodeaba la celebración litúrgica y que cualquier persona con sentido común echa en falta viendo el carácter de patio de vecinas en que se convierten algunas celebraciones. Si abusos se dieron y se dan, también hay que reconocer algunas obras de arte que la reforma litúrgica trajo consigo. Una de ellas es la distribución de las lecturas durante los ciclos del año litúrgico en la Misa y en la Liturgia de las Horas, hasta lo han copiado otras confesiones cristianas. Los domingos primera lectura y Evangelio suelen ir muy unidas, es fácil relacionarlas, y la segunda lectura a veces se queda un poco “descolgada”. Ese puede parecernos el día de hoy. Ya que estamos casi en penumbra, vamos a intentar unirlas.
“Hermanos: El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo.” Mala forma de empezar. ¿Hace cuánto que no oyes una predicación sobre la castidad?. Tristemente los sacerdotes tenemos un complejo (generalizo) pues tantas veces se nos ha dicho que hace años solo se hablaba del sexto mandamiento que nos parece un pequeño pecado hablar hoy de castidad. Pero, siendo sinceros, ¿de qué habla hoy el mundo?. De sexualidad y sexualidad desencarnada, sin tapujos, a lo bestia, basta encender un rato la televisión, mirar algunas páginas de los periódicos, navegar un rato por internet o mirar tu correo electrónico (que es tuyo, pero alguien ha pasado a medio mundo), para que te metan el sexo por los ojos. Los curas nos hemos callado mientras hace años salía en televisión una madre dando un preservativo a su hija diciéndole “sexo sí, pero seguro”. (Hace unos años y ahora también a la ( o al) que daba facilidades para practicar sexo se le llamaba con un nombre de sólo cuatro letras, pero nos quedamos tan felices). Ahora, como si el sexo fuese un señor tan importante, lo llaman “con Don” y nos quedamos tan anchos a ritmo de hip-hop. No es un mensaje a la juventud. Los padres son los primeros que no se creen que su hijo o hija puedan ser castos. Ningún gobierno podría influir en los hijos si los padres no hubieran tirado la toalla y dieran la castidad como una batalla perdida. Muchos piensan, incluidos eclesiásticos, que la Iglesia tendría que cambiar su predicación sobre la masturbación, relaciones prematrimoniales, anticonceptivos, etc. Por eso no se predica o se predica sin convicción. Queda mucho mejor predicar sobre el amor que sobre el sexo y quien tenga oídos, que entienda. Para muchos la batalla de la castidad dentro o fuera del matrimonio, o del estado clerical y consagrado, es una batalla perdida que no vale la pena luchar. Y podría ser cierto si la Iglesia fuese una empresa de sociología.
“El Señor se presentó y le llamó como antes: – «¡Samuel, Samuel!»”…“Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: – «¿Qué buscáis?» Ellos le contestaron: – «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?» Él les dijo: – «Venid y lo veréis.»”… “Jesús se le quedó mirando y le dijo: – «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»” Cuando hoy predique en mi barracón a oscuras o en la calle a mediodía no voy a pedir que el mundo sea casto, ni que la sociedad viva una especie de puritanismo rancio y trasnochado. Pero sí hablaré de que Juan, Eustaquio, Sisebuta y Remedios , tu y yo, pueden y podemos vivir la castidad según nuestro estado pues “¿0 es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? El habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!”. Quien espere que el mundo cambie para cambiar él no cree en Dios que nos llama por nuestro nombre, nos da su gracia y cuelga en la cruz por cada uno de nosotros. Quien crea que para no pecar tiene que encerrarse lejos del mundo de las tentaciones acabará tirándole los tejos a la reja de su celda. Pero sería lo más contrario a la confesión de un Dios personal, que nos llama por nuestro nombre, nos invita a seguirle y nos ha redimido con su muerte y resurrección el pensar que como el mundo está muy mal no se puede vivir la castidad. El sexto mandamiento es el sexto y cuando no vivimos los cinco anteriores se convierte en el primero.
Me estoy alargando. Pido hoy a la Virgen nuestra Madre que no tengamos miedo hoy a predicar sobre la castidad, y no sólo los curas desde nuestro púlpito, también los padres a los hijos, los amigos a sus colegas y los novios entre ellos. La única batalla perdida es la que se afronta sin fe, con muy poca esperanza y ausente completamente de caridad.