Poco dura la alegría en casa del pobre, volvemos a estar sin calefacción en la Iglesia. No es que se haya estropeado o nos hayan vuelto a cortar la luz (gracias a Dios), sino que los técnicos no pueden venir hasta mañana y no quieren que haya nada encendido hasta que lo revisen, así que ha habido que apagarla. El frío no tiene ninguna consideración y ha vuelto a entrar en cuanto que ha podido. Espero que mañana por la tarde, a la hora de adorar al Santísimo, le hayamos vuelto ha mandar a su casa. La verdad es que sólo hemos tenido calefacción un día desde hace meses, ya deberíamos habernos acostumbrado al fresco, pero como uno espera que (igual que ayer) el templo esté medianamente caldeado, la gente protesta más. Dar un paso adelante es difícil y costoso, pero cuando das un paso atrás parece que lo haces aposta para fastidiar.
“Vino la palabra del Señor sobre Jonás: – «Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo.» Se levantó Jonás y fue a Nínive, como mandó el Señor.” No sé cuántos comentarios he escrito sobre este texto, es una suerte que Jonás ea un personaje que me cae bien (no es Nabuconodor que no le cae bien a nadie). Sabemos bien que a Jonás le costó Dios y ayuda cumplir el encargo del Señor, se fue en dirección contraria, casi hizo naufragar un barco y luego se le indigesta a una ballena que le escupe en las orillas de Nínive. Ya que estaba allí y comprende que no puede hacer otra cosa predica la conversión, pero con la confianza de que Nínive no se convirtiese y así asistiría gratis al espectáculo de luz y sonido de la destrucción de la ciudad por la ira de Dios. Pero Nínive se convierte así que Jonás se queda sólo a la sombra de un arbolito sin disfrutar del acontecimiento.
“En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: _ «Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación.»” Creo que Jonás podría considerarse multitud de cosas, excepto un signo para nadie. Casi sería un “anti-signo” que dicen los horterillas espirituales. Y ciertamente Jonás no es ejemplo de casi nada, excepto de verse abocado a cumplir la voluntad de Dios, aunque lo que le salía de las entrañas era marcharse en dirección contraria.
Hace una semana comenzamos el tiempo de cuaresma y, como los Ninivitas, nos cubríamos (un poquito), de ceniza. Una semana es tiempo suficiente para que hayamos fallado ya en nuestros buenos propósitos de conversión. Aquello en lo que íbamos a cambiar sigue estando allí, incluso a veces con más fuerza. Esto consigue en ocasiones que nos haga caer en la desesperanza y en el individualismo. “Si soy incapaz de cambiar mi vida voy a ser un signo de conversión para otros”, nos decimos. Entonces nos quedamos en propósitos pequeños, ridículos, que nada tienen que ver con lo que Dios nos pide, sino que sirven para llegar a la semana santa pensando que hemos aprovechado el tiempo. Olvida ese desánimo. Por supuesto que ni tú no yo somos signo para nadie, pero sí lo es Jesucristo que actúa en nosotros a través del Espíritu Santo. Tus luchas, tus caídas, tu volver al frío o la falta de piedad respecto a tus previsiones son también un medio por el que Jesús actúa. Sólo Jesucristo es signo para esta generación perversa y quiere serlo a través de ti. No pienses que vas a convertir a nadie, pero Dios cuenta contigo para su conversión. Luego olvida el desánimo, los propósitos pequeños y no tengas una cuaresma de “perfil bajo”, como gusta decir ahora. Atrévete a decirle al Señor “Jesús, no lo entiendo, pero si Tú lo quieres, yo lo quiero”. Entonces Dios hará cosas grandes con nuestros pobres medios.
La Virgen en la Cuaresma es la Madre de la Esperanza. Sigue el camino de la cruz sin desanimarse, fijos los ojos en el que todo lo hace nuevo, y sabe que su Hijo se servirá de Pedro, de Santiago, de Tomás, de aquellos que entonces estaban escondidos por miedo. Y cómo cambió todo cuando llegó el Espíritu Santo. A seguir el camino de la cuaresma y si nos hemos dado la vuelta, a volver a girarnos y a caminar hacia donde Dios quiere.