Otra vuelta de tuerca al aborto. Tal vez no venga mal pues muchas veces nos acostumbramos a lo que pasa y dejamos de darle importancia, “podía ser peor” pensamos, pero no hacemos nada y, por supuesto, llega a ser peor. Se quiere aprobar el aborto libre durante los primeros meses (yo nunca cuento el tiempo en semanas) y que las menores de 16 años no tengan que pedir permiso a sus padres. Tristemente la mayoría de las menores de 16 contarán con la aprobación de sus padres: ¿Cómo va a ser madre si es una niña?, pensarán en un gran número de casos. Mientras se discute que si sí o que si no siguen muriendo niños entregados por sus madres a la muerte y asesinados por médicos que deberían defender la vida. Puede parecer una afirmación muy rotunda, pero luego tenemos los sacerdotes que acoger a las que han abortado y se han dado cuenta de lo que han hecho y, os aseguro, no se tratan con más misericordia. Nosotros tenemos que acercarlas ala Misericordia infinita de Dios.
«Habéis oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo» y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.» Podremos hablar del feto o del “no nacido” o usar las vueltas lingüísticas que queramos. En definitiva se está diciendo que tu hijo es tu enemigo y, llevando la contraria al Evangelio, a ese se le aborrece. Conozco madres con hijos alcohólicos, drogadictos o con graves problemas psíquicos que les hacen la vida imposible, incluso llegan a amenazar de muerte a sus progenitores y el resto de su familia. Y las madres no les odian, luchan por su salud y por su vida, siempre ven lo positivo, el más mínimo resquicio de recuperación. Sin embargo la ley del aborto lo que está diciendo es que la personita que llevas en tus entrañas, tu hijo, es tu enemigo y debes odiarle. Es tan malo aquel que lo único que hace es existir (y por una “decisión” de los padres, viviendo la castidad nadie se queda embarazado) que le deseas la muerte y el estado te facilita a los sicarios que vayan en su búsqueda y lo maten. Podremos ponernos todo lo sentimentales que queramos, que pobrecita la madre, que pobrecito el niño (mas pobre será si no tiene ni la posibilidad de tener el don de la vida), pero lo cierto es que se llega a odiar, hasta la muerte, al ser que sus padres han llamado a la existencia hasta el punto de acabar con su vida con premeditación, alevosía, planificación y pagando (o se lo pagamos toda la sociedad, no es un acto altruista del médico). Así el odio se afinca en el corazón. Podrá pasar el tiempo, intentar adormecer esos sentimientos o acallar la voz de la conciencia, pero la capacidad de amar queda inexorablemente dañada a nos ser que acudamos a Aquel que es Amor y que da la vida eterna a todos aquellos que no han podido disfrutar de la vida robada por sus padres. Una sociedad que promueve el aborto se dirige hacia la autodestrucción, se convierte en una sociedad de egoístas que guarda en sus entrañas no a un hijo sino a un enemigo a abatir.
Ponemos en manos de la Virgen a todos los que tienen que ver con el aborto. Ella madre soltera, madre pobre, joven y frágil no dudó en aceptar el Hijo que llevaba en sus entrañas y ha sido nuestra salvación. Gracias Madre.