Esta boquita mía me va a matar. Una noche más (como casi todas), me he dedicado a hablar con novios, preparando su matrimonio. Son charlas en las que hablamos de casi todo y, además de preparar el matrimonio, la conversación deriva hacia muchos temas diversos. Esta noche ha salido el tema de la esclavitud que es el teléfono móvil (el celular) y cómo hace no muchos años teníamos otras costumbres para llamar a la gente. ¿Sería posible vivir hoy sin teléfono móvil? La teoría es que sí, pero al legar a casa he visto que mi flamante iPhone está como muerto, lo enchufo a la red y no hace nada. Así lo he dejado enchufado, estas cosas suelen estar arregladas por la mañana (peor lo llevan los peces, que algo de la pecera hace cortocircuito y se van a quedar esta noche sin nada enchufado, seguramente mañana vaya de entierro de pececillos). Pero ¿y si el teléfono ha muerto de verdad? ¿Tendré que ir corriendo a comprar otro o se podrá vivir sin teléfono? Mañana lo sabremos (vosotros y yo), pero sinceramente ¿no añoráis la época en que los demás te llamaban a las horas que estabas en casa y pensaban que no podían molestar?. Ahora te llaman a cualquier hora y si te dejas el teléfono en algún sitio estás nervioso pues puedes perderte una llamada de alguien a quien haces falta (o te va a contar el clima de su pueblo); nos preocupamos de todo menos de lo que realmente importa, lo que estás viviendo en ese momento.
«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.» Dios no usa móvil, los apóstoles no tenían cobertura, pero estaban perfectamente comunicados. Estaban en lo que tenían que hacer, obedecer a Dios y anunciar el Evangelio. Hoy cualquiera que vaya a Misa habrá visto a alguien a quien le suena el teléfono durante la celebración y se sale (si es un poco educado, si no habla desde el banco), para contestar a la llamada. Cambiamos a Dios por los hombres. Nos cuesta tanto decir: “estaba en Misa” que contestamos siempre. Obedecemos al politono antes que a la Palabra de Dios que estamos escuchando. Estamos tan comunicados con los hombres que se nos olvida comunicarnos con Dios.
“El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio.” Hablamos tanto de la tierra que se nos olvida el que está por encima de todo. Si mañana nos quedamos sin teléfono móvil no pasaría nada grave, si pasado se rompe el ordenador no sería una tragedia, pero si pasado mañana perdemos a Dios, habremos perdido la vida. No estoy en contra de la tecnología -me encanta-, pero hoy hay que pedirle a Dios que nos de la misma pasión por las nuevas tecnologías y por comunicarnos con los demás, que por conocerle más a Él y por anunciarle a los demás. El Señor no da “el Espíritu con medida”, si le dejamos podremos pasarnos la vida cantando las maravillas de Dios ¡y qué poquitas veces hablamos de Dios y con Dios!.
Para darle las buenas noches a Dios y a nuestra madre la Virgen no hace falta el teléfono, tal vez no haga falta para muchísimas cosas importantes. Que ella nos enseñé a vivir con lo verdadera importante.