Ya os tengo que contar que ha pasado con el teléfono celular (o móvil). Lo dejé cargando toda la noche, lo uso como despertador y a las seis de la mañana suena un armonioso sonido de campanas. Sonó, me desperté y pensé: “El móvil está arreglado”. Pero al intentar apagar el sonido de los repiques vi que la pantalla no se iluminaba, los dos botones que tiene el iPhone no sirven para nada. Así el “armonioso sonido de las campanas” después de estar doce minutos tocando se convirtió en ese “asqueroso ruido que sale del trasto este”. Al final lo conecté al ordenado, busqué el número pin (se me había olvidado), el puk (al menos encontré las tarjetas), lo reinicié, actualicé, sincronicé y el cacharro funcioné. Pero se me ha quedado el odio al sonido de las campanas cuando o pueden apagarse, pasan de ser esa melodía con la que quieres despertarte a un ruido pesado, agobiante e irritante, y todo por no poder dominarlo y que se apague cuando quieres.
“Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: -«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.» Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: – «Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.» Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.” Comenzamos el discurso del pan de Vida que sólo nos interrumpirá la festividad de San Marcos y el domingo. Este es un texto que la Iglesia siempre ha interpretado como Eucarístico. He unido interiormente el soniquete de las campanas de mi móvil y la Eucaristía. Los que comieron quisieron proclamarlo rey (tendríamos que recordar el “enfado” de Dios cuando quisieron nombrar un rey para Israel). No se habían enterado de nada, y nombrar rey a Jesús tampoco significaría nada para ellos, tal vez acabar con los romanos.
En la eucaristía el primero es Cristo, escuchamos su palabra y comulgamos su cuerpo. Pero muchas veces en la Misa pedimos otras cosas. Si conseguimos lo que pedimos estamos a bien con Dios (saciados de Dios). Poco a poco Jesús se va convirtiendo en alguien a quien pedir que nos tiene que conceder cosas por ir a Misa. El que va con ese corazón torcido (aunque sea muy ligeramente e inconsciente). En el fondo queremos “controlar” la Misa, dicho en raro: vamos a Misa “para”, no “por”, Cuando nos damos cuenta que la Misa no la podemos controlar, que el Señor va haciendo en nosotros y no podemos apagarlo a nuestro antojo, entonces pasa de ser ese momento en el que nos encontramos con Dios a ser un momento insoportable que queremos quitar de nuestra cabeza y nuestro corazón para que Dios no nos pida más.
Tendremos tiempo de hablar de todo esto, pero me vence el sueño. Pídela a la Virgen que sepamos vivir la Eucaristía. Se puede vivir sin móvil, pero no podemos vivir sin Dios.