Hch 17, 15.22-18, 1; Salm 148, 1-2.11-14; Juan 16, 12-15

A veces queremos saberlo todo de golpe, pero eso no siempre es bueno. En el Evangelio el Señor anuncia que no puede explicárselo todo a sus apóstoles en aquel momento porque no podrían cargar con ello. El motivo de la reserva del Señor no hay que buscarlo en que Él no quiera decirnos algo, sino en nuestro bien.

El cardenal Newman, en Apologia pro vita sua, hablando del dogma de la inhabilidad se refiere a aquellos que tienen prisa por que la Iglesia acepte una doctrina o condene algo. Desde sus conocimientos de la historia argumenta señalando que hay que estar dispuesto a aceptar los tiempos de Dios, porque Él sabe lo que es más conveniente para el hombre. Como el Espíritu Santo guía a la Iglesia, esta tiene sus tiempos y va explicitando en su magisterio los contenidos de la revelación. Siempre es para el bien del hombre. Por eso algunas verdades han tardado tanto tiempo en ser definidas de modo solemne.

El Espíritu Santo va conduciendo hacia la verdad plena. Lo hace en la Iglesia pero también el Espíritu Santo va educando a cada uno de los fieles. Hemos de dejarnos modelar por el Espíritu Santo. Hay formas simples de hacerlo. Una consiste en invocarlo con frecuencia, pidiendo que llene nuestros corazones con el fuego de su amor. Nos guía en un mejor conocimiento de Jesucristo, pero también lo hace conduciéndonos en nuestra vida diaria, para que acertemos en nuestras decisiones, sepamos tratar bien a las personas y no nos equivoquemos al juzgar. Es muy importante invocar frecuentemente al Espíritu Santo para no convertirnos a nosotros mismos en intérpretes de la verdad.

En la primera lectura vemos a san Pablo predicando en Atenas. En el libro de los Hechos se recogen diferentes discursos del Apóstol. Cada uno tiene sus características propias, pero en todos ellos se muestra el deseo de Pablo para que Jesús sea conocido. Por eso descubrimos que sus palabras están inspiradas. Pablo no pretende quedar bien ante sus respectivos auditorios sino que Jesús sea conocido. Aquí habla a los griegos, que eran gente ilustrada.

Recurriendo a autores paganos, y partiendo de la realidad de aquellos hombres y de la multitud de divinidades que veneraban, les habla del Dios que ha creado todo y que quiere salvarlos. El Espíritu Santo le mueve para que pueda adaptarse a la mentalidad de aquellas personas sin menoscabar en nada la verdad de Jesús. Ciertamente se convirtieron pocos, pero la enseñanza para nosotros es clara. Sin el Espíritu Santo nos equivocaremos siempre. No basta con tener mucha preparación o unas ideas más claras. Necesitamos de la ayuda de lo alto para poder dar testimonio de Jesús de manera convincente.