“Si tratas así a tus amigos, Señor, ¡comprendo que tengas tan pocos!” Creo que esta frase es de santa Teresa de Jesús. Es una experiencia común que se expresa en multitud de refranes españoles: “Dios aprieta pero no ahoga”, “A perro flaco todo son pulgas”, “Dios da mocos al que no tiene pañuelo” y expresiones semejantes. Normalmente cada uno ve las tragedias desde su punto de vista y siempre le parece a uno que le pasa lo peor del mundo. Por eso es bueno en la vida no “encasillarse” en una sola cosa. Si sólo estuviese dedicado a las obras en la parroquia me parecería que la mayor tragedia del mundo es que todavía no tengamos agua corriente. Pero en la parroquia lo más importantes son las personas y así te ves enterando de alegrías, penas, tristezas, sufrimientos. También los centros de reclusión de menores me ayudan a darme cuenta de problemas de otros, a comprenderlos y a salir de mí mismo. Las visitas a hospitales te ayudan a descubrir a Dios en la debilidad y ver a los amigos te ayuda a abrir tu alma a los problemas del mundo. La semana que viene vendrá el tío Paco con las rebajas y veremos que me dice el cardiólogo sobre el estrés ese, pero de momento hay que vivir cada momento con intensidad, llenar la patena de intenciones y así uno se da cuenta que a pesar de la cantidad de tragedias que hay alrededor y que a veces te traten a coces, hay mucha más gracia de Dios.
La familia de Tobit está pasando por un momento de tensión, deberían ir aun asesor matrimonial. A Tobit el excremento de gorrión -con la inapreciable ayuda de los médicos-, le han dejado ciego. Se ha quedado encerrado en su ceguera, empeñado en dar lástima a su familia y trabajo a su mujer. Sin embargo sigue queriendo vivir la bondad y la justicia, pero al estar encerrado en sí mismo, desconfía de su mujer. Entonces ella se enfada: “me replicó: – “¿Y dónde están tus limosnas? ¿Dónde están tus obras de caridad? ¡Ya ves lo que te pasa!” Tristemente nos pasa como a Tobit muchas veces. Pedimos justicia, predicamos la bondad, pero desconfiamos de todo lo que no hagamos nosotros mismos. Hacemos de la bondad un patrimonio nuestro, exclusivo, y desconfiamos de lo que hacen los demás. Muchas encíclicas de los Papas se dirigen a los obispos, sacerdotes, fieles y “todos los hombres de buena voluntad.” Tenemos que dejar ser buenos a los demás, aunque no sean como nosotros, aunque piensen lo contrario, aunque sean nuestros detractores y enemigos. Cada cristiano debería alentar todo lo bueno, hermoso y bello que surge en el mundo, a fin de cuentas no estaría allí si Dios no estuviese detrás. Desgraciadamente cuando el mundo se aleja de Dios se suele perder de vista la belleza y se camina hacia el absurdo, el abstracto o el vacío. Pero sigue habiendo muchas personas buenas por el mundo y hay que alentar su labor, darles ánimos y apoyarles y ya les encauzaremos hasta Dios, que es la fuente de toda bondad y belleza.
«Lo que es del César pagádselo al César, y lo que es de Dios a Dios.» Los cristianos no podemos desvincularnos del mundo ni, mucho menos, hacer un mundo paralelo sólo para nosotros. Nos toca vivir en el mundo y transformarlo para que vuelva a su ser, como recién salido de las manos de Dios tras ser redimido por Jesucristo. Por eso todo lo que tenga la huella del Espíritu Santo, todo aquello que sea bueno, debemos alentarlo y promoverlo.
La Virgen nos ayuda a mirar el mundo con ojos de madre, que siempre descubre lo mejor de sus hijos. Ojalá consigamos un mundo en que todos nos alegremos de los éxitos de los demás, promovamos todo lo bueno, y no nos encerremos en nosotros mismos para que cuando tropecemos (el pecado siga presente) nadie nos tenga que decir: ¡Ya ves lo que te pasa!.