Hoy no me equivoco con la fiesta de hoy como ayer, os aseguro que hoy se celebra en la Iglesia la Santísima Trinidad, ¿cómo se me va a olvidar si es el día de las elecciones europeas? (No tiene nada que ver pero así enlazo el tema). Hoy hay que ir a votar para el parlamento europeo, las gentes acudiremos en masa (¡je!) a depositar un voto en una urna. Entre las decenas de partidos que se presentan, algunos rarísimos, ganará alguno o dirán que han ganado casi todos, y mandaremos nuestros representantes al parlamento europeo. Luego habrá que buscar consensos, apoyos y demás negociaciones para que dentro de unos años volvamos a repetir todo el juego. La democracia es el menos malo de los sistemas políticos, pero cuando hay que estar votando continuamente te llegan a cansar, siempre los mismos políticos, con las mismas manías, las mismas mentiras y los mismos olvidos.
«Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.» Dios no es democrático, lo siento. Dios es. No existe eso que muchos dicen “para mi Dios es …” Dios no es para ti una cosa y para el otro, otra. Dios es como es para todos, y en la vida no nos dedicamos a cambiar de Dios cada cuatro años, sino que nuestra tarea es conocerle y amarle y Jesucristo nos revela quién es Dios Padre y nos manda el don del Espíritu Santo para unirnos a Él. No podemos cambiar a Dios (entonces no sería Dios), ni podemos dejar de ser hijos, ya que Dios es Padre. No podemos hacer -como tristemente hacen algunos-, el cambiarnos de Iglesia porque las normas de una o de otra se adapten mejor a nuestra situación actual o sean más comprensivas con nuestro pecado. Eso no es buscar la verdad, es buscarse a sí mismo. Nunca podrán darse pasos en al ecumenismo por consenso, sino con una búsqueda sincera y auténtica de la verdad.
“Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre”. En la fiesta de hoy reconocemos a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Reconocemos la verdad de Dios tal como nos ha sido revelada. La agradecemos y nos adherimos a ella. Jesucristo es el Señor, nosotros somos hijos en el Hijo y procuramos vivir unidos, cada día más, a Dios nuestro Padre y caminar iluminados por el Espíritu Santo. La verdad de la Santísima Trinidad no ha llegado a nosotros por elucubración o consenso, no hemos votado al Dios que tiene que ser, se nos ha dado a conocer el Dios que es. Por eso hoy no podemos más que contemplar y dar gracias.
La hija de Dios Padre, la madre de Dios Hijo, la esposa del Espíritu Santo, nuestra Madre la Virgen, nos ayude hoy a ser muy contemplativos y a unirnos al misterio que Dios nos ha revelado porque nos quiere.