Ya lo siento, el dicho de hay tres días en el año que relucen más que el sol, Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión, se ha quedado sólo en el Jueves Santo (que remedio). En algunos lugares de España se celebran las procesiones y este año es fiesta civil en Madrid, pero el Corpus será el domingo y hoy es San Bernabé. En muchos medios de comunicación van diciendo: “Hoy fiesta del Corpus”, y es normal que mucha gente se equivoque. Confundir las fiestas civiles con las religiosas es algo muy común en occidente. Por mucho que ahora se quieran pisotear las raíces cristianas durante diecisiete siglos lo que ha marcado el ritmo del año han sido las fiestas religiosas, católicas para más señas. Cuando ocurre al revés (en pocas ocasiones en España, al menos), en que es una fiesta religiosa y hay que ir a trabajar, la gente se queja mucho. Entonces yo pienso en los católicos en países sin tradición cristiana, católicos en naciones musulmanas, orientales o declaradamente ateos. En esos países ni el domingo es fiesta, se descansa los viernes o los sábados (algunos no saben lo que es eso del fin de semana), y esos católicos -minoría muchas veces marginada para acceder a puestos de trabajo o de responsabilidad social-, acuden a la Eucaristía cada domingo y cada fiesta, sin pensar en quedarse en casa después de una dura jornada de trabajo o antes del amanecer. Celebrar la eucaristía no tiene por qué ser algo “cómodo”, aunque aprendamos a descansar en Cristo. Lo importante es lo que recibimos, a Quien recibimos.
“Un día que ayunaban y daban culto al Señor, dijo el Espíritu Santo: -«Apartadme a Bernabé y a Saulo para la misión a que los he llamado.» Volvieron a ayunar y a orar, les impusieron las manos y los despidieron.” ¿De dónde sacan los Apóstoles la disponibilidad para ir de un lugar a otro? No pensemos que les era mucho más fácil que ahora, también tendrían sus trabajos, sus familias, sus amigos, buscarían su estabilidad y asentarse en algún sitio, los viajes eran mucho más peligrosos y largos. Los apóstoles están disponibles para lo que la Iglesia y el Espíritu Santo les pidan pues “lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.” El sentido de la gratuidad es difícil en nuestros días. Desconfiamos de lo gratuito, preferimos que nos cobren para pensar que es algo de calidad. Un amigo siquiatra siempre cobra a sus pacientes, pues dice que si no no lo valoran y no le hacen caso. Cuando nos dan algo gratis desconfiamos como si hubiera una trampa detrás. Sin embargo Dios es gratuidad. A Dios no podemos darle nada, simplemente podemos recibir de Él. “Enviaron a Bernabé a Antioquía; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró mucho, y exhortó a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño; como era hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe, una multitud considerable se adhirió al Señor.” Bernabé no se alegra de lo que él había hecho, ni de lo que habían realizado los que evangelizaron Antioquía; se alegra de la acción de la gracia de Dios. Si nosotros encontrásemos esa alegría en cada Eucaristía (aunque el cura sea pesado y nos regañe), no dudaríamos en ir aunque tuviéramos que cambiar todo nuestro día.
Estamos en el mes del Sagrado Corazón, estamos acabando el año Paulino, pronto comenzará un año sacerdotal, son muchos motivos para dar gracias. Acudamos a la Virgen para que nos ayude a que, aunque hoy no sea el Corpus, acudir con la misma confianza a la fuente de la gratuidad: Jesús Eucaristía.