De vez en cuando algunos chavales me preguntan cuestiones jurídicas (mi respuesta es siempre ¿Y yo qué sé?, pero intentaré enterarme), otras veces te enteras de casos que le han sucedido a adultos o estás, como yo ahora, en trámites de hacer algo tan simple como alquilar una casa. Entonces empiezas a buscar en Google o Yahoo (para acabar preguntando a un abogado, que también lo buscará en Internet), y empiezas a ver leyes y más leyes, reformas de leyes, añadidos a las leyes, leyes que contradicen otras leyes, leyes para unos y leyes para otros. Comprendo la difícil tarea que tienen los jueces. Lo que antes se hacía con un apretón de manos, ahora se legisla y como la vida es muy rica los libros de leyes van engordando. Ya nos extraña si alguna semana no se plantea alguna ley nueva. La ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento, dicen, pero gracias a Dios no tenemos que hacer un examen de todas las leyes que existen. Además, seamos sinceros, por muchas leyes que haya la gran parte de la humanidad se queda con los diez mandamientos y no le quita el sueño la ley de propiedad horizontal.
“En aquellos días, el Señor pronunció las siguientes palabras: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud.»” Hoy escuchamos los diez mandamientos en la lectura del Éxodo. Si el Señor puede mandar algo es porque es Dios. Los diez mandamientos parecen poca cosa comparada con la ley del Amor que nos anuncia Jesucristo, pero los suponen como base. El que ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo vivirá los diez mandamientos sin dificultad, el que no ama tendrá que estar sujeto a la ley que le recuerda el camino del amor. Dios no le dijo los diez mandamientos a Abraham como disposiciones para hacer un pueblo nuevo. El Señor entrega los diez mandamientos después de la liberación de Egipto. Una vez que habían visto, oído y vivido que Dios guardaba su vida, que estaba con ellos y no los abandonaba, que los libraba de todos los peligros, que eran su pueblo. Si los mandamientos fuesen caprichos de un dios serían insoportables, cuando es Él el que sostiene nuestra vida nos damos cuenta que esta´n inscritos en el corazón del hombre, que sólo viviéndolos puede empezar a intuir la verdadera felicidad.
“Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón.” Hoy muchos no entienden y el Maligno les roba la alegría. Piensan que Dios pone leyes arbitrarias en nuestra vida para amargarnos la existencia y se rebelan contra toda norma. El otro día me decía una chica: “Es que yo soy rebelde”, no pude menos que contestarle: “Tu lo que eres es una soberbia” (rebelde puede ser el título de una telenovela y queda bien. Soberbia no le gusta que se lo digan a los soberbios).
“Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe” Esto pasa cuando queremos cumplir los mandamientos para quedar bien con Dios, ofrecerle nuestras cosas para que nos aprecie. Como a Dios no le damos nada pues todo ha sido recibido el pecado se convierte en una decepción nuestra y eso, a la larga, cansa. Entonces vienen los abandonos.
“Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno.” Así es como escucha la Virgen. ¿Te imaginas a la Virgen cumpliendo? Pues escuchemos como ella.