Me da mucha pena cuando me encuentro con alguien que no tiene amigos. Existir existen, y cada vez más. Ya sea por su cargo, por su desconfianza o por su estulticia, hay personas que no tiene amigos. Algunos, mayores, por su cargo o posición han aprendido a desconfiar de todos. Otros, mayores también, por su falta de cargo o posición se menos precian y piensan que nadie puede buscar su amistad, pues amistad lo equiparan con interés. A otros, más jóvenes, se les impide tener amigos por miedo de sus padres y prefieren que sean amigos de la Wii que de otras personas. Otros sólo tienen coleguillas, compañeros de burradas o de desgracia y no saben lo que es el amor desinteresado de un amigo. Las personas sin amigos se vuelven raras. C.S. Lewis en “Los cuatro amores” dirá que el amor de amistad es el más importante y más gratuito en una persona y estoy bastante de acuerdo con él. Ya que estamos de libros recomendaros (a los que tengan buen estómago y no le importen demasiado las palabrotas) el de Tim Guénard “Más fuerte que el odio” donde de forma autobiográfica se ve lo que es alguien sin familia y sin amigos, hasta que se encuentra a las personas que el buen Dios pone en su camino. Hay que tener amigos, pero no como dice el dicho popular “hasta en el infierno”, hay que tener amigos hasta en el cielo.
“El Señor hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con un amigo”. No podía haber puesto mejor comparación el Espíritu Santo. Ante un amigo no hay que justificarse, no hay que presumir, no hay que dar demasiadas explicaciones y, aunque lleves tiempo sin verlo al poco tiempo parece que te has visto todos los días desde hace años. A un amigo no se le pasa factura ni se le juzga, no se le piden resultados ni se disimula ante él. Dios se ha hecho amigo de cada hombre. Podemos estar tiempo, casi toda la vida sin tratarle, pero Él no se aleja ni nos echará nada en cara. Podemos enfadarnos con Dios, pedirle explicaciones y llenar nuestra vida de “porqués”, pero el no nos pide a nosotros motivos para nuestros actos. Siempre perdona, siempre está en el Sagrario, siempre nos trata como amigos sea cual sea nuestra posición social, económica o nuestro pasado. Siempre nos da una oportunidad más en esta vida, hasta que tengamos que tomar la decisión definitiva.
Hasta el fin del mundo el Señor no separará la cizaña del trigo. Es un plazo bastante largo. Podríamos decir que todos nacemos, cada uno, siendo amigos de Dios. Y el buen amigo, por muchas dificultades que haya en la vida, nunca da por perdida una amistad, siempre hay una posibilidad más, una oportunidad más, una vez más. A mucha gente le cuesta confesarse, sin darse cuenta que no es ir a decirle al cura lo malos que somos, sino que Dios nos diga que, a pesar de los pesares, sigue siendo nuestro amigo, que contamos con Él y Él cuenta con nosotros.
“Nadie tiene amor más grande que le que da la vida por los amigos”. A pesar de escribir todo esto hoy no predicaré sobre ello, celebraré la Misa de San Pedro Poveda que murió diciendo “Soy sacerdote de Jesucristo”. sabía que de ese amigo ni una bala podría separarle. Pidámosle a nuestra Madre la Virgen que en el día de hoy paladeemos la amistad de Dios.