Se acerca el otoño en el hemisferio norte y todos los días tenemos noticias sobre la gripe A. Es preocupante y no es algo para tomárselo a la ligera, pero la verdad es que da mucho que hablar. Rezo a Dios para que no sea nada tan grave como dicen y pase sin demasiados afectados, aunque aquellos que ya han muerto por la enfermedad cuentan con mi oración. Leo que ya en algunas parroquias se están tomando medidas: promover la comunión en la mano, retirar el agua bendita, dar la paz con una inclinación de cabeza y un largo etcétera de ocurrentes ocurrencias, yo esperaré a ver qué dice mi Obispo y obedeceré. Si fuésemos tan estrictos en todos los lugares como en las parroquias deberíamos prohibir a las madres (y abuelas impenitentes), besar a los niños, envolveríamos en plástico a las maestras de las guarderías, pondríamos trajes de la NASA a los trabajadores de los mercados, haríamos vagones individuales del metro, multaríamos a quien no saliese de casa con un par de guantes y siete paquetes de kleenex y en el fútbol debería estar cada jugador en un campo y no compartiendo vestuario, que es una guarrería. Pero bueno, cada uno tendremos que poner los medios que nos pidan.
«Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.» Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.» Entonces llamó de nuevo a la gente y les dijo: – «Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, -fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.» Hemos terminado de escuchar los domingos el discurso del Pan de vida y hemos vuelto al Evangelio de San Marcos. Parece que los fariseos también tenían mucho miedo al contagio y lavaban todo bastantes veces, “restregando bien”. Es cierto que uno puede tomar todas las precauciones posibles para no contagiarse de la gripe A y enfermar por tocar el picaporte de la puerta del médico de guardia para hacerle una consulta. Es verdad que hay que prevenir en la salud, pero en las parroquias parece que nos hemos olvidado de prevenir la enfermedad del alma: el pecado. ¿Hace cuánto que no oyes predicar que para comulgar hay que estar en Gracia de Dios? ¿Hace cuánto que nadie te explica que es el pecado y que la confesión es necesaria? (Aunque algunos teologuillos estén haciendo ahora una campaña contra este Sacramento). Hay parroquias en las que se comulga mucho y se confiesa poco, o nada. “Dejamos a un lado los mandamientos de Dios”, para aferrarnos ala tradición de la OMS. “Todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba, del Padre de los astros”, parece increíble como nos importa perder la salud y no nos importa nada el perder la Salud (la salvación).
Ojalá tuviésemos la misma preocupación por la salud del alma que por la del cuerpo. Nosotros tenemos la vacuna al alcance de la mano: el confesionario. Si cada parroquiano exigiese a su sacerdote -con la misma intensidad con que lo harán algunos para que ponga en práctica todas las medidas higiénicas-, el que pase unos cuantas horas en el confesionario, las parroquias cambiarían. El sacramento de la confesión es un derecho del fiel, no una dádiva del sacerdote generoso que se sienta rezongando en el confesionario (si es que hay), ni las respuestas del preste a las peticiones de los penitentes. Los curas a veces tenemos más difícil encontrar un sacerdote que nos confiese, pero las parroquias tienen su párroco para que de gratis lo que gratis ha recibido.
Me imagino la casa de la Virgen deslumbrante de limpieza (pobre, pero brillante), pues era reflejo de su limpieza interior. De poco vale lavarse las manos si con ellas estrangulamos al hermano. La Virgen nos dará la gracia de valorar la salud y Salud, y acercarnos a comulgar con toda nuestra indignidad, pero con toda la misericordia de Dios.
Mañana más, pero asegurate que nadie ha trabajado antes en tu teclado.