Leía el otro día que los médicos están encantados con esto de la gripe A (excepto por los fallecidos, por los que rezo), pues ha habido menos casos en urgencias de gripes normales. Es cierto que si uno se encuentra mal por una gripe normal va corriendo al médico para que le dé la baja y no ir a trabajar. Pero si existe el riesgo de que te digan que tienes algo realmente grave o que puede ser mortal, cuando te entran sudores, temblores, malestar general, fiebre y estornudas lo achacas a un constipado estacional. Nadie quisiera escuchar al médico: Lo que usted tiene es gripe A, aíslese. Así que ante algo más grave nos solemos poner en lo mejor, en el “no es nada” para tranquilizarnos. Sin embargo cuando nos dicen que nos van a promocionar en el trabajo, que nos van a dar un cargo más alto, poca gente piensa en la responsabilidad que conlleva, en la carga que asume y sus nuevas tareas. Mucha gente sólo mira que aumenta su sueldo y su categoría. Pasa mucho entre los sacerdotes, hay algunos que tienen “insuficiencia mitral” y pondrían la cabeza aunque cayesen mitras de piedra. En algunos casos dan ganas de decirles: “Pero no te das cuenta que no vales”. Son felices intentándolo así que para qué matar la ilusión
“Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá”. Muchas veces nos hemos olvidado de hablar de lo que toda la vida se llamó la gracia de estado. Dios da su gracia a cada uno para la tarea que tiene que llevar a cabo: personalmente, en el trabajo, en su matrimonio, en su consagración, para una acción concreta. Por eso es necesario rezara siempre antes de actuar o tomar una decisión. Una vez me contaba un obispo que cuando le llamaron a Nunciatura y le propusieron ser obispo preguntó si podía pasar a la capilla a rezar, y el Nuncio le contestó: “De acuerdo, pero rapidito que tengo muchas cosas que hacer.” Pues antes de hacer algo, aunque sea rapidito hay que rezar.
Lo triste es cuando se quieren hacer las cosas sin Dios, aunque sean cosas que se refieran a Dios. Cuando uno se busca a sí mismo o se valora en exceso, pensando que yo sería mejor que ese, yo lo haría mejor, yo tengo más aptitudes, yo, yo, yo…. Cuando uno sólo está pendiente de sí mismo o de las capacidades “objetivas” se olvida que la mayor parte del trabajo la hace Dios. Entonces estamos preocupados de mil cosas (y casi ninguna importante), y entonces llega el ladrón y abre un boquete: llegan las depresiones, los celos, las envidias, los cansancios, y, aburrido de esperar algo mejor (siempre hay algo mejor), empieza a despistarse de Dios y “piensa: «Mi amo tarda en llegar», y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles”. Sería una lástima ¿verdad? Cada cargo, cada carga, hay que pedirle a Dios la gracia para llevarla y si Dios nos quiere felices donde estamos, no busquemos más, que seguro que encontraremos menos.
Nuestra Madre la Virgen estaba haciendo oración cuando el ángel le dio su encargo de parte del Señor, sólo así supo decir que sí. Ahora, antes de trabajar o lo que vaya s a hacer hoy, a rezar.