Estamos en esos momentos críticos de la construcción de la parroquia en que hay que empezar a pensar en pedir licencias, visar proyectos, pedir permisos y organizar los tiempos. Tristemente a la gente no le vale eso de que “Dios te lo pague” y hay que empezar a dar dinero a diestro y siniestro. Como no somos ricos, tenemos que pedir. Gracias a Dios estoy en una parroquia muy generosa y son muchos los que se suscriben a ayudar a la parroquia. En ocasiones vienen con su suscripción por una pequeña cantidad al mes y te la dan como con vergüenza, diciendo que en cuanto superen la crisis la aumentarán. Les digo que no se dan cuenta que de esas donaciones pequeñas son las más importantes y las que construirán, darán continuidad a la tarea y harán que hagamos cosas muy grandes. A veces lo más importante pasa desapercibido.
“Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.” Juan Bautista podría parecer a sus contemporáneos cualquier cosa menos grande. Para muchos sería un mindundi. Un predicador apocalíptico que malvivía en el desierto y al que seguían unos cuantos locos. Tal vez algunos apreciasen que dijese la verdad sobre Herodes, otros le despreciarían por echarles en cara sus pecados, y una vez que perdió la cabeza (literalmente), dejaría de ser nada para casi nadie. Pues eso, lo despreciable, lo que no cuenta, lo débil, lo ha escogido Dios para confundir a los fuertes. Jesús ve la realidad, no había nacido de mujer nadie más grande que Juan bautista. Él, casi sin saberlo, realizaba la misión que los profetas habían anunciado, el señalar entre los hombres al Salvador, al Mesías. Y nadie le dio importancia.
Tal vez tu sientas que muchas cosas de las que hacemos a lo largo del día tampoco son importantes. Vemos tantos ejemplos de héroes peliculeros que parece que lo ordinario no es nada importante, que pasa desapercibido incluso a los ojos de Dios. ¡Qué equivocación!, “Yo, el Señor, tu Dios, te agarro de la diestra y te digo: «No temas, yo mismo te auxilio.» No temas, gusanito de Jacob, oruga de Israel, yo mismo te auxilio -oráculo del Señor-. tu redentor es el Santo de Israel.” Siempre me hacen gracia estas expresiones de “gusanito” y “oruga”. Animales también despreciables, y así es como Dios nos llama. Pero no porque nos desprecie sino porque Dios se fija en lo que nadie se fija. Ten la seguridad que ese trabajo que pasa inadvertido, ese donativo que nadie ve, esa sonrisa que nadie aprecia, ese arropar a tu hijo por la noche sin que se de cuenta, todo eso, está en el corazón de Dios. Lo grande, la fama, las calles, los aplausos, los reconocimientos públicos duran muy poquitos años, el estar escrito en el libro de la vida, el ser el “más pequeño en el reino de los cielos” es más importante y más perdurable que todo lo anterior. Pero en ocasiones buscamos el éxito, y a pesar de eso Dios no deja de querernos, y de vez en cuando nos da a probar las hieles del fracaso, para que valoremos lo que realmente importa.
La Virgen pasó desapercibida, poco sabemos de su vida, sólo lo fundamental, que dijo sí a Dios y Dios le dijo Sí a ella. Que ese sea nuestro objetivo para este adviento.