Siguen siendo impresionantes las imágenes y testimonios que llegan desde Haití. Son conmovedores y escalofriantes. Esta mañana escuchaba el relato de una choca que, tras cinco días sepultada junto al cadáver de su madre, cuando la localizan y comienzan el rescate, cuando ya han podido darle algo de agua y sentía cerca la salvación, han tenido que dejarla abandonada pues llegaban grupos de salteadores que asesinan a todo aquel que tenga algo. Me imagino la desesperación de aquellos que están dejándose la vida por ayudar y tienen que huir de aquellos a quienes están ayudando. Es terrible. En estas situaciones florece lo mejor y lo peor de las personas, los héroes y los asesinos, los santos y los demonios. Sin duda son muchos más los mejores que los peores, ¡pero que daño hacen estos últimos!. Nosotros nos quedamos con los buenos, con los que están allí, sobre el terreno jugándose la vida por dársela a otros, por los que desde aquí dan lo que tienen (¡qué generosas han sido las colectas para Cáritas Haití este fin de semana!), por los que rezan por las víctimas, por los que no buscan su interés sino el de otros.
“Llegará un día en que se lleven al novio; aquel día si que ayunarán. Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto, lo nuevo de lo viejo, y deja un roto peor. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos.” Jesús responde así a los que preguntan por qué no ayunan sus discípulos. Hay una realidad, podríamos decir una realidad cierta, que en ocasiones nos cuesta descubrir: ¡Hemos sido redimidos, salvados en Cristo!. Toda la realidad es nueva, no podemos seguir viviendo de las rentas del pecado. Es cierto que se levantarán asesinos, salteadores, carroñeros, abusadores y personas (hijos de Dios también), que siguen viviendo del pecado, que siguen utilizando a otros para su interés. Al igual que a cada uno de nosotros se nos aparecen en ocasiones nuestros vicios, nuestras pasiones desatadas, aquellos enemigos del alma y del cuerpo que creíamos desterradas o muertas. Pero no hay que dejarse vencer, no podemos andar con componendas, paños viejos en paños nuevos o vino nuevo en odres viejos. Vivimos en la realidad de la gracia, no del pecado. El pecado, aunque intente dar sus coletazos de moribundo, ha sido vencido. Por eso vale mucho más en cualquier desgracia aquel que da la vida por amor que aquel que la quita, vale mucho más un acto de amor que un pecado.
Por eso tenemos que aferrarnos a lo bueno y desechar lo malo. Saúl intentaba “jugar a dos bandas” y con el amor no se puede hacer componendas: O te entregas del todo o te guardas para ti. “¿Quiere el Señor sacrificios y holocaustos, o quiere que obedezcan al Señor? Obedecer vale más que un sacrificio; ser dócil, más que la grasa de carneros. Pecado de adivinos es la rebeldía, crimen de idolatría es la obstinación. Por haber rechazado al Señor, el Señor te rechaza como rey.” El Señor no quiere rechazarnos, nos ha hecho suyos en Jesucristo y nosotros tenemos que responder a ese amor con la entrega de la vida.
Hoy comienza el octavario de oración por la unidad de los cristianos. Ojalá descubramos lo mejor, nos unamos en la verdad y seamos un día una sola Iglesia, sin dejar que el pecado de la división parezca que triunfa. Al final de los tiempos Cristo sólo tendrá un Cuerpo: La Iglesia.
Pidamos a la Virgen por todos los que sufren las consecuencias del pecado, por los pecadores y por todos nosotros.