En ocasiones se dice que amigos, amigos…pocos. No sé, tal vez sea cierto, pero creo que yo tengo bastantes amigos. Los amigos no son los “no enemigos,” los amigos son aquellos que están a tu lado en cualquier circunstancia, buena o mala. Como sacerdote he estado muchas veces acompañando los momentos más felices y los más tristes de la vida de muchas personas y de bastantes sé que puedo contar con ellos. Los amigos no buscan ningún interés, ni tan siquiera que los cuides. Puedes estar meses sin ver a una persona, incluso años, y el reencuentro no pide explicaciones ni pasa factura. La amistad no es interesada ni celosa, no busca el interés propio ni del otro, simplemente existe y se reconoce.
“Saúl le tomó ojeriza a David. Delante de su hijo Jonatán y de sus ministros, Saúl habló de matar a David. Jonatán, hijo de Saúl, quería mucho a David y le avisó: -«Mi padre Saúl te busca para matarte.»” Jonatán era un buen amigo de David, no le importaba el favor de su padre para ayudar a su amigo. Así se entristeció tanto David con la muerte de Jonatán. Una de las frases más impresionantes de la Biblia me parece que es cuando Jesús dice: “A vosotros no os llamo siervos, os llamo amigos”. Dios tendría todo el derecho a considerarnos siervos, a fin de cuentas Él es Dios y nosotros simples criaturas. Sin embargo nos llama amigos y nosotros en ocasiones queremos seguir siendo siervos, buscando el favor de nuestro Señor.
“Al enterarse de las cosas que hacia, acudía mucha gente de Judea, de Jerusalén y de Idumea, de la Transjordania, de las cercanías de Tiro y Sidón. Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una lancha, no lo fuera a estrujar el gentío. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo.” No está mal el pedir cosas a Dios, incluso es bueno, pero podemos pedírselas como amigo o como siervo. El que las pide como siervo suplica y exige. Se enfada si no se le concede lo que ha pedido e incluso acude al sindicato para pedir explicaciones. Algunos incluso rompen con Dios y no quieren saber nada de Él pues les ha decepcionado. Cuando se pide como amigo se confía en que Dios nos va a dar lo mejor, lo más conveniente. A lo mejor no coincide con nuestra voluntad, no vemos claro el “por qué” (si es que tiene que haber un por qué), pero confiamos. La amistad hace presente el canto de la caridad de la primera carta a los corintios: disculpa sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. A Dios no le exigimos pues sabemos que nos quiere bien, que nunca nos abandona, que siempre está a nuestro lado. Quien busca intereses en Dios se decepciona pues Dios no tiene ningún “interés” en nosotros. Nos quiere porque nos quiere, y con eso basta. Estos comentarios los escribo mirando al Sagrario, allí está Dios y no me pide nada. ¿Y me da algo? Todo, qué mas puedo pedirle.
Ser amigos de Dios, no buscar nada de Él, simplemente disfrutar de su compañía. Eso es lo que nuestra Madre la Virgen hizo durante gran parte de su vida, disfrutar de la presencia de Dios es su casa. Seamos auténticos amigos de Dios.