Sin duda es una de las palabras más temidas (si es que hay que temer a las palabras). Si el médico te diagnostica cáncer te esperas lo peor, por mucho que haya avanzado la medicina. Muchas veces nos piden a los sacerdotes oraciones por personas a los que se les ha dicho que tienen cáncer, y especialmente cuando es un niño. El misterio de la enfermedad muchas veces nos supera y cuando te dan la noticia del fallecimiento de alguien por quien llevas rezando tiempo sólo puedes confiar en la providencia amorosa de Dios. Hoy, aunque sería muy bueno que recemos por todos los enfermos y en especial los niños, vamos a hablar de otra enfermedad no corporal y uno de sus tratamientos.
“En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza de] Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura”. Si hay una palabra temida en la Iglesia (si es que hay que temer a las palabras, insisto), es la de “división”. Estamos terminando el octavario de oración por la unidad de los cristianos y no podemos perderlo de vista. La división entre los que confesamos que Jesús es el Señor, el Hijo de Dios encarnado para nuestra redención, es sin duda algo lacerante y doloroso. Cuando oímos hablar de división nos tememos lo peor y la dureza de corazón de los hombres se arrastra durante siglos. Incluso en ocasiones es peor la desafección reinante que hace que algunos no se sientan separados de la Iglesia pues nunca se han sentido unidos. ¿Cuál puede ser una medicina? “Hacer la lectura”. Leer la Palabra de Dios, conocerla, estudiarla. No sólo los frikis de la Biblia, todos deberíamos dedicar un rato diario a leer la Biblia. Y leerla con pasión, con el gozo y la tensión con que el pueblo de Israel escuchaba a Esdras leer el libro de la Ley:«Hoy es un día consagrado a nuestro Dios: No hagáis duelo ni lloréis. » Porque el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la Ley. Y añadieron: – «Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza.» Si los católicos conociésemos más la Palabra de Dios, en sintonía con la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, si leyésemos nuestra historia desde la perspectiva de la Historia de la Salvación, sin duda alguna aumentaría nuestra fe.
“Hermanos: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo.” Si el cuerpo es uno y ahora lo vemos dividido podríamos decir que la Palabra de Dios es como la sangre que riega todo el cuerpo, lo vivifica y la hace mantener la unidad. Si la Palabra de Dios no está presente ese miembro se muere y hay que amputarlo. Gracias a Dios eso ocurre pocas veces, ahora tenemos alto el colesterol que impide que la sangre circule fluida por las distintas partes del cuerpo y se nos duerme un miembro u otro con facilidad. Los triglicéridos y el Omega 3 ese tan recomendado están en el estudio y la lectura atenta de la Biblia, cada día tenemos que tomar nuestra dosis, sin saltarnos ninguno, sin dejarlo para mañana.
Si Cristo es la cabeza del Cuerpo podríamos decir que la Virgen es el corazón que bombea la Palabra que tuvo en sus entrañas a todas las partes del cuerpo. Pidámosle a ella que no nos olvidemos cada día de leer y hacer nuestras las Sagradas Escrituras y así dar pasos para ser un solo cuerpo, una sola Iglesia. «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.» Pues que no dejemos de escuchar. (Y rezar por los enfermos, en especial los niños)