La túnica con mangas de José me tiene casi tan obsesionado como la higuera de Bartolomé. No me obsesiona porque ya sea primavera y aquella túnica fuera el comienzo de nuestras camisas. Me obsesiona porque aquella túnica estaba tejida por el propio Jacob, y cada hilo de aquella prenda estaba trenzado con una predilección de padre que la convertía en un impagable tesoro. Al vestirse aquella túnica, cada mañana José se vestía el cariño de su padre.
Perdonad que os cuente esta estúpida anécdota, pero teniendo yo nueve años perdí, en el colegio, un insignificante tubo de pegamento que horas antes me había comprado mi madre. Os aseguro que me parecía haber perdido una reliquia, y cuando, el profesor, cansado de oírme llorar, me compró otro tubo exactamente igual, no quise aceptarlo de ningún modo y seguí buscando, como un loco, el que me había comprado mi madre. Quizá asocio esto con la túnica con mangas de José, y por eso me conmuevo cada vez que leo estas líneas del Génesis.

No me cabe duda de que sus hermanos, celosos como estaban de la predilección que Jacob sentía por su hijo pequeño, odiaban aquella túnica, y por eso el primer movimiento de crueldad fue arrancarla de su cuerpo y ensañarse con ella, hasta el punto de hacerla trizas y presentársela a Jacob como prueba de que José había sido devorado por las fieras. Aquello fue un sacrilegio, un atentado contra el amor de padre. Tengo para mí que hubo más crueldad en el modo en que trataron a la túnica que en la forma en que trataron a José. Por eso, una vez satisfecho el odio con aquel símbolo sagrado, fueron con su hermano más blandos de lo que en principio planearan.

Nada se le escapa al Espíritu Santo en la Escritura, y quisiera ahora llevarte hasta el Monte Calvario. Es viernes, y viernes de Cuaresma; por ello nuestros ojos deben ascender la montaña de la Calavera… Pero no será necesario movernos. Busca el Gólgota en la misma escena del Génesis que acabamos de contemplar… entorna bien los ojos, ¿no lo ves?: “los soldados, después de crucificar a Jesús, tomaron su ropa e hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y aparte la túnica; pues la túnica no tenía costuras” (Jn 19, 23). Según la tradición cristiana, aquella túnica que profanaron los soldados estaba hecha por la manos de la Virgen María… A mí se me acaban las líneas, y he de dejarte aquí, junto a la Cruz, junto a la túnica, para que contemples, para que llores, para que repares… Mi tubito de pegamento se me ha quedado pequeño.