Santos: Valente, Paterno, Torcuato, Teobaldo, Mancio, obispos; Segundo, presbítero; Timoteo, Polio, Eutiquio, diáconos y mártires; Polieucto, Victorio, Donato, Teopompo, Sinesio, Secundino, Antioxo, Nicostrato, Andrés Bobola, mártires; Gisela o Isberga, virgen; Isidoro, Varón, Teodoro, Hospicio, confesores; Constantino, emperador.

Gobernaba su grey en tiempo del Emperador Diocleciano, siendo su gobernador Daciano, quienes con sus mandatos obligaban a los cristianos a adorar a los falsos dioses.

Cuando fue alcanzado Teopompo –que se hallaba en Aragón para burlar dichas leyes–, es martirizado por el método de meterlo en un horno encendido.

A Daciano se le aparece milagrosamente aquella noche el Santo, que le recuerda sus crueldades; el gobernador decide ponerlo a salvo, al tiempo que intenta explicar la visión atribuyéndola al poder de la magia.

Pasa el tiempo y de nuevo es Teopompo encarcelado durante veintidós días en los que fue sometido al más riguroso ayuno. Le sacaron en esta ocasión el ojo derecho, pero ni aun así consiguen la renuncia a la fe o la apostasía del obispo cristiano. Ante su fortaleza y constancia deciden que el mago egipcio, Teónas, lo matase con hechizos, administrándole píldoras nocivas. La intervención divina toca el corazón del mago, que se bautiza con el nombre de Sinesio y llegó a coronar también su vida con el martirio el mismo día que el obispo Teopompo, aunque años después, como lo señala el Martirologio Romano: «Eodem die sanctorum Martyrum Synesii et Theopompi», el 21 de mayo.

La leyenda narra, resaltando la grandeza de Dios y la fidelidad del obispo santo frente a la debilidad patente del grandioso y cruel mandatario Daciano, que prosiguió este intentando vengar la fuerza pertinaz de la divinidad y que mandó azotar y despeñar el cuerpo de Teopompo, rematándolo –cuando ya no hacía falta– con el degollamiento, separando de su cuerpo la cabeza con la espada.

Su entrada triunfal ocurrió el mismo día de su celebración al ser para él el «dies natalis».

De este modo quiso Dios premiar a las dos Nertóbrigas romanas, a Fregenal teniendo un insigne Prelado y a Almuña o Ricla como lugar de su martirio.

El obispo Fray Francisco de Rois, previa consulta al Cabildo, se dirige a los primeros teólogos, maestros y catedráticos de la Universidad de Salamanca para que dictaminaran sobre las Santas Reliquias de San Teopompo, los que respondieron afirmativamente, «nemine discrepante». En efecto, el 6 de julio de 1670 se concede, según las normas de San Pío V y Gregorio XIII, la celebración con misa y oficio del común, el 21 de mayo.

La Vita Sanctorum adorna con descripción viva, una vez más y según el estilo que caracteriza a este género literario, el hecho de que alguien muriera por su fe, resistiendo la injusta violencia del poderoso. Teopompo, obispo y mártir, es el modelo y su amor a Jesucristo hasta la muerte, la lección. Los modos importan menos; solo intentan ayudarnos a ser fieles siempre, sobre todo al ponerse cuesta arriba nuestro caminar, porque no es infrecuente contemplar –teste historia– el «cambio de chaqueta» cuando se mudan los aires y vivir en cristiano se torna difícil.