Celebramos hoy la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, en el viernes posterior al Corpus. Hoy nos situamos en el centro del misterio de la carne de Jesucristo, en el núcleo de su amor. Esta tarde, Dios mediante, entronizaremos en el corazón de mi casa una imagen del Sagrado Corazón. Las lecturas de hoy, tanto Ezequiel como el salmo y el Evangelio me ayudarán a verlo como el pastor que va a conducir desde su Corazón nuestras vidas.

Nos cuesta entender el amor de Dios, porque supera toda medida humana y porque, para entenderlo, necesitamos ser tocados por Él: experimentarlo. Por eso Jesús pone ese ejemplo tan ilustrativo: “si uno de vosotros tiene cien ovejas y pierde una…”.

Se abre una dimensión totalmente nueva. Porque en nuestra vida estamos acostumbrados a ir trampeando, a perder cosas y conformarnos, a reducir nuestra exigencia de vida espiritual o nuestra caridad y pensar que nada cambia, que nada sucede; a argumentar, cuando descubrimos defectos o imperfecciones que no importa porque otras cosas las hacemos bien. Pero Jesús dice que si pierde una oveja, abandona las otras noventa y nueve para salir en su búsqueda. Nos dice que ama a todos los hombres pero también nos dice la manera en que lo hace: con todo su ser.

En la enciclopedia de los tópicos, sección religiosa, leemos cosas sobre si la devoción ha decaído por culpa de cierta imaginería y cosas así. No sé cuantas conversiones ha suscitado la Piedad de Miguel Ángel, obra que admiro y cada día más, pero sí que conozco a muchísimas personas que encuentran consuelo en la contemplación del Corazón del Verbo Encarnado que muchas veces realizan a partir de imágenes no demasiado bonitas e incluso feas.

Dios nos ha amado con corazón de carne para purificar totalmente nuestro amor. Pienso por ello que también en nuestra época en que hay tanta sensibilidad enferma, tantos afectos desordenados, tantos falsos amores el Corazón de Jesús se nos presenta como el remedio que necesitamos para ser capaces de amar verdaderamente. En la Primera lectura, con una imagen muy bella, Ezequiel habla del pastor que sana a las ovejas heridas, ayuda a las débiles, cuida de cada una con dedicación particular. Jesús al abrirme su Corazón me invita a entrar en Él con mis enfermedades y defectos para ser curado por su misericordia infinita. Me abre su interior y a ello sólo puedo responder abriendo mi propio corazón. Sabe lo que eso me cuesta y por eso me precede con su amor. Se fija en mí, viene a buscarme, me cuida y quier que descubra que la única respuesta a todas mis inquietudes y problemas está en su Amor. Para eso tengo que abandonarme en Él, como dice la jaculatoria: «Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío”.