Tal vez en cinco meses empecemos a construir la parroquia. Puede parecer mucho tiempo pero tardando ocho meses la licencia municipal ya no queda nada. Estos próximos meses serán un poco más apretado: tenemos que rematar cada detalle del proyecto, pensar el pliego de condiciones, sacarlo a concurso, adjudicarla y poner la primera piedra. Luego sólo es seguir hasta poner la última. Gracias a Dios los feligreses se están portando bastante bien y son bastantes los que cada mes dan un poco de lo suyo para pagar la parroquia. Esto de poner ladrillos en España es carísimo y el “que Dios te lo pague” no les vale a las constructoras (hombres de poca fe). Así que además de los muchos poquitos que vamos recolectando y de trabajar bastante y ahorrar un poquito en cosas superfluas, he tenido que ir a ver a algunos ricos. Me han abierto las puertas pero no la cartera… por eso serán ricos. Me han dado muy buenas palabras de ánimo en despachos más grandes que mi actual templo, pero los euros se han quedado en su caja. Da igual, seguiré insistiendo, pero en la parroquia sabemos que esto saldrá adelante gracias a muchos pocos. Gracias a Dios la economía la llevan los laicos y me ahorran un montón de euros y de disgustos.

«Os aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.» No es fácil escuchar al Señor generalizar tanto, más cuando tenía algunos amigos ricos. El “ser” rico no es exclusivamente tener dinero (creo que ahora la mayoría de los españoles vamos a ser ricos y aunque no lleguemos a “mileuristas” nos van a subir los impuestos), sino que ser rico es ser como dice Ezequiel al príncipe de Tiro: “Se hinchó tu corazón, y dijiste: ‘Soy Dios, entronizado en solio de dioses en el corazón del mar’, tú que eres hombre y no dios; te creías listo como los dioses. ¡Si eres más sabio que Daniel!; ningún enigma se te resiste. Con tu talento, con tu habilidad, te hiciste una fortuna; acumulaste oro y plata en tus tesoros. Con agudo talento de mercader ibas acrecentando tu fortuna, y tu fortuna te llenó de presunción.” El rico no es el que tiene, sino el que se define por su riqueza. Por eso la guarda, la conserva y la acumula, para poder ser más. Si perdiese su riqueza perdería su ser y por eso tantos lo pasan mal y se suicidan, cuando pierden su riqueza o se dan cuenta que -como creo que decía San Francisco, y si no debería haberlo dicho-, el dinero es la cagada (con perdón) de Satanás.

“El que por mi deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.” Hoy pregúntate ¿Estaría dispuesto a perderlo todo hoy, como le pasó a Job? (A veces cuanto menos se tiene cuesta más desprenderse de eso). A veces pienso ¿Cómo me sentiría si el Obispo me dijese mañana que dejase este proyecto de parroquia y me mandase de vicario parroquial a una parroquia llena de problemas? ¿lo aceptaría con algo de alegría? ¿Aceptarías tú ser degradado en el trabajo, perder el coche, que estuvieses sin conexión a Internet,…? Si se te va frunciendo el ceño vamos por el camino de ser ricos, mal asunto. Es más ¿Llevarías bien que un malentendido te quite la fama entre tus amigos? ¿Estarías dispuesto a renunciar a tu prestigio profesional por no apoyar una mala causa? ¿Renunciarías sin problemas a tu móvil, tu ropa preferida, incluso tu sitio preferido para ver la tele? Si estás pensando que eso no es demasiado importante empieza a pensar que eres rico.

Sinceramente, pienso que yo soy rico. Sólo me queda pedirle cada día a nuestra Madre del cielo que me de un corazón más despegado de mis cosas y que algún día pueda decir: “nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. ¡Pero qué camino me queda! Hoy os mendigo que recéis un poco por mi pobreza.