No estoy de humor para escribir comentarios. No es que ande por las esquinas llorando mi dependencia a la nicotina, pero no tengo imaginación para poner muchos ejemplos; y como la parroquia está casi toda de vacaciones tampoco pasa gran cosa. Así que vamos al tema.

«Pronuncia un oráculo sobre estos huesos y diles: “¡Huesos secos, escuchad la palabra del Señor! Así dice el Señor a estos huesos: Yo mismo traeré sobre vosotros espíritu, y viviréis. Pondré sobre vosotros tendones, haré crecer sobre vosotros carne, extenderé sobre vosotros piel, os infundiré espíritu, y viviréis. Y sabréis que yo soy el Señor. ” » Sin duda esta visión de los huesos es impresionante y montones de cineastas se han inspirado en ella para hacer películas de terror o aventuras. Los huesecillos cubriéndose de tendones y de carne, es impresionante. Sin duda espectacular y en 3D asqueroso. Pero lo más importante no es que los huesos se recubran de tendones y de carne, lo más importante será que tengan espíritu y revivan. Si no es así me dará lo mismo tener amontonados un montón de huesos que un montón de carne. El espíritu del Señor es el que da vida y ocurre porque el Señor lo dice y lo hace, cumple sus promesas, no por nuestra valía ni la bondad de nuestros huesos.

El Evangelio de hoy nos habla de el mandamiento principal, el del amor a Dios y al prójimo. Este mandamiento es como el espíritu para los huesos. Uno puede cumplir todos los mandamientos del decálogo (exceptuando el primero), de arriba abajo y de abajo a arriba. Puede ser que te investigue el FBI y no descubra en ti nada sospechoso de infringir ninguno de los mandamientos. Pero ese cumplimiento es como un montón de huesos recubiertos de carne, pero sin espíritu. Si a uno no le mueve el amor absoluto a Dios y el amor incondicional a los hombres por Dios, ya puede uno cumplir mucho y amar poco, que estará espiritualmente muerto.

Se habla mucho del amor, pero muy poco del verdadero amor. Ayer un chaval me decía que el nunca se casaría, tendría varias chicas a su disposición y en cuanto empezase a notar algo por alguna la dejaría. No quería complicarse la vida, una vez se enamoró, le hicieron daño y no está dispuesto a repetir.  Puede parecer una postura cínica, desde luego equivocada, pero más coherente que aquellos que se llenan la boca con la palabra amor y jamás han amado, sólo han satisfecho caprichos o se han servido de otros. Es cierto que hay situaciones muy sentimentales, llenas de suspiros, poemas, rosas y chocolatinas (light, por supuesto). Pero resulta que eso que llaman amor desconecta toda su vida, crea conflictos y mundos paralelos entre el amorío, la familia, los estudios o el trabajo, los amigos… Y el amor nunca crea división, aúna, pone a cada uno en su sitio, es verdad, pero nunca desprecia  al que es importante, ni olvida y arrincona a nadie. Algo así pasa con los mandamientos y el amor: Quien quiera vivir los mandamientos sin amor los tendrá descolocados y seguramente el sexto pase a ser el primero. Y quien quiera vivir el amor sin los mandamientos se encontrará con que  no sabe poner carne a esos huesos y el espíritu no tiene donde anidar, es decir, acabamos hablando del amor sin decir nada.

La Virgen María, asunta en cuerpo y alma a los cielos, nos recuerda que huesos, carne y espíritu van juntos, eso es la persona humana, y que el amor se vive en concreto, amando a Dios y a los demás por Dios se llegarán a cumplir todos los mandamientos. Que ella nos ayude a no quedarnos sin espíritu.