Ahora que estamos comenzando la parroquia me planteé muy seriamente el informatizar todo el tema de las partidas de bautismo y demás archivos eclesiástico-parroquiales. Me gusta la tecnología y cuando uno tiene sólo inscritos doscientos ochenta bautizos es más fácil que cuando ya están apuntados siete centenas. Lo de informatizar en teoría es para simplificar las cosas. Así que primero me puse a pensar qué programa de gestión parroquial sería el mejor,… y e encontré con que no había ninguno homologado para toda la diócesis, ni tuviese la seguridad de poder migrar datos de un programa a otro si decidía cambiar. También pensé que llevamos 20 años usando computadoras y que no sabíamos cuánto tiempo podían durar los datos en equipos domésticos como el de las parroquias. Tampoco la impresión de las partidas y demás es fiable, ya que la tinta de los papeles desaparece en relativamente pocos años, no sea que alguien venga a buscar su partida y encuentre un folio en blanco. Y, además, es obligatorio llevar los libros escritos a mano y una partida de bautismo pueden pedírmela una, dos o tres veces en la vida máximo, con lo cual la verdad es que intentar simplificar complicaba mucho la cosa (además de tener que discutir con la oficina de protección de datos si informatizo los archivos). Así que lo mejor y más barato unan buena pluma, un buen pulso y a practicar caligrafía, para que mi sucesor no se deje la vida leyendo los nombres.

“Ya sabéis cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo: no vivimos entre vosotros sin trabajar, nadie nos dio de balde el pan que comimos, sino que trabajamos y nos cansamos día y noche, a fin de no ser carga para nadie. No es que no tuviésemos derecho para hacerlo, pero quisimos daros un ejemplo que imitar. Cuando vivimos con vosotros os lo mandamos: El que no trabaja, que no coma.” Nuestra sociedad tiende a simplificarse la vida, es decir, a hacer cada vez más cacharros, aparatos y mecanismos que parece que nos simplifican la existencia. ¡Haga todo desde su sillón! parece el lema de nuestra época. Y poco a poco se va perdiendo una virtud tan importante como la laboriosidad, es decir, el ser trabajador. Creo que hoy más que nunca hay mucha gente ocupada en no hacer nada. “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros encalados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crímenes.” Hay personas que parece que trabajan muchísimo, mientras piensan cómo no hacer nada. Y que están tan cansado de no hacer nada que al llegar a casa justifican su descanso. Eso no puede ser así entre los cristianos. El trabajo tiene un sentido redentor, santificador y humanizador. El trabajo en la oficina, en el campo, en la construcción, en casa, en la escuela, en la cárcel,… donde sea, mientras sea un trabajo digno, nos lleva hacia Cristo y hace el mundo un poquito más parecido al que salió de las manos de Dios. Y encima, el que es trabajador, es trabajador siempre, en toda ocasión. El vago es una continua alfombra que no tiene nada que envidiar a la de Aladino.

Así que si tienes trabajo da gracias por él y cuídalo. Si no tienes y estás buscando busca con alegría y con entrega, tu trabajo ahora es buscar trabajo, sé profesional. Y si trabajas en el hogar da también gracias a Dios y hazlo con mucha perfección.

De la Virgen sabemos pocas cosas, pero desde luego sabemos que trabajaba y bien, que ella nos haga laboriosos y entregados. y que no intentemos simplificarnos la vida, sino complicárnosla para el bien.