Comentario Pastoral
PENSAMIENTOS Y EXIGENCIAS DEL CRISTIANO

Todo cristiano debe pensar con frecuencia en las exigencias que comporta ser discípulo de Jesús y seguir sus huellas. La rutina de la vida nos hace olvidadizos y desmemoriados para las condiciones del seguimiento evangélico, que han de ser entendidas siempre en un plano positivo, no como pérdida sino como ganancia.

Las exigencias que nos recuerda el texto evangélico de este domingo, texto verdaderamente interpelante, se concretan en dos verbos: posponer y renunciar. La fidelidad a Cristo exige primacía, es decir, si es necesario hay que posponer incluso a la propia familia, cuando la atadura de los afectos impide la vivencia cristiana.

El seguimiento de Jesús ha de valorarse como supremo bien, por eso no es de extrañar que haya que renunciar a otros bienes, que en óptica cristiana han de ser entendidos como inferiores, aunque los criterios valorativos terrenos los exaltan como absolutos y definitivos. Para poderse llenar de Dios, hay que vaciarse de las cosas mundanas.

Ser discípulo de Cristo es una cosa seria, como es serio tener que construir una -asa o estar dispuesto a hacer una guerra. Para ambas cosas hay que calcular muy bien los gastos totales, tener la sensatez de medir las propias fuerzas y recursos sin euforias primarias, mandar legados de paz en el tiempo oportuno, si es necesario.

¡Cuánto hay que meditar estas exigencias para organizar bien la vida!


Andrés Pardo


Para orar con la liturgia
Dios no quiere que cada uno observe todos los consejos, sino solamente los que son convenientes según la diversidad de las personas, los tiempos, las ocasiones, y las fuerzas, como la caridad lo requiera. Porque es ésta la que, como reina de todas las virtudes, de todos los mandamientos, de todos los consejos, y en suma de todas las leyes y de todas las acciones cristianas, la que da a todos y a todas rango, orden, tiempo y valor« (San Francisco de Sales).




Palabra de Dios:

Sabiduría 9, 13-18 Sal 89, 3-4. 5-6. 12-13. 14 y 17
Filemón 9b-10. 12-17 san Lucas 14, 25-33

Comprender la Palabra

Escuchamos hoy, en la Lectura de¡ Evangelio, la enseñanza-advertencia de Jesús a los que le acompañan, siguiéndole, por el camino, que conduce a Jerusalén («mucha gente acompañaba a Jesús; El se volvió y les dijo.. «). El último tramo de este Camino por este mundo Jesús lo recorrerá con la cruz a cuestas, subiendo al monte Calvario, Alude el Señor a este momento, diciendo: «Quien no lleve la cruz detrás de Mi no puede ser discípulo mío».

«No puede ser discípulo mío» -insiste el Señor tres veces. Para ser discípulo suyo, en seguimiento de Él, es preciso «posponer» a unos y a otros, incluso a si mismo, es preciso «renunciar» a todos los bienes. Entiéndanse estas expresiones sin desvirtuar su radicalidad: El, Jesucristo, Dios en Cristo, es lo único absoluto; todo lo demás es relativo.

El seguimiento de Cristo en unos casos requerirá dejar a los padres (nunca abandonarlos injustamente- ¡el 4º mandamiento!-), renunciar a fundar una familia, viviendo en castidad, renunciando a la posesión de bien alguno, viviendo en comunidad…

En otros casos el seguimiento de Cristo consistirá v.gr. en la atención a los padres, en la dedicación a la familia, en el recto uso de los bienes … Siempre requerirá «posponerse así mismo».

«Posponer», «renunciar» en seguimiento de Cristo, supone libre decisión, fruto de la deliberación. En este sentido los dos ejemplos, que el Señor propone: el que va a construir una casa: el rey, que presenta batalla a otro rey.

Y es necesario añadir que la decisión de seguir a Jesucristo de tantos y tantos en el transcurso de dos Milenios, es evidentemente muy difícil más aún, humanamente imposible, sin el concurso –el milagro- de la gracia divina. Es lo que, en el fondo, nos dice el Autor del Libro de la Sabiduría (1ª Lectura): «¿Quién conocerá -vivirá, cumplirá- tu designio -la vocación de seguir a Jesucristo-, si Tú no le das sabiduría, -fuerza, entusiasma- enviando tu Espíritu Santo desde el cielo»… «Sólo así (sigue diciendo el Autor) serán recios los caminos de los terrestres -en seguimiento de Cristo-, los nombres aprenderán lo que te agrada -y lo realizarán- y se salvarán con tu sabiduría (gracia) los que te agradan».


Avelino Cayón


sugerencias litúrgicas

Participamos recitando (Cantando)


Recitamos (cantamos) juntos v. gr. el Himno “Gloria…”, la Confesión de la Fe (”Creo…”), la Oración del Señor (”Padre nuestro…”) la Plegaria antes de comulgar (”Señor, no soy digno…).

En la recitación en común hemos de evitar la precipitación, dando la impresión en que cada cual reza lo suyo. Así es muy difícil que nuestra voz concuerde con nuestra mente.

Es preciso que todos recitemos pausadamente, ateniéndose a un mismo ritmo, que alguien debe imponer. Soló así es posible interiorizar la plegaria. Sólo así nuestra oración será digna del Señor, que ora con nosotros como Cabeza del Cuerpo, que es la Iglesia. Reconozcamos la voz de Cristo en nuestras voces.


Antonio María Rouco Varela

Cardenal Arzobispo de Madrid
15 octubre 2003

NATIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA- miércoles, 8 de septiembre

La Natividad de Nuestra Señora es, ,,esperanza para todo el mundo y aurora de la salvación» (Mariatis Cultus 7). Parece que esta fiesta surge en el siglo V en Jerusalén, con motivo de la dedicación de la iglesia construida sobre el presunto lugar del nacimiento de la Virgen, cerca de la piscina de Betesda, donde Jesús curó al paralítico. En el siglo XII se convirtió esta iglesia en la llamada Basílica de Santa Ana.

«Venid todos, ¡celebremos con alegría el nacimiento de la alegría del mundo entero! Hoy se ha formado en la tierra, partiendo de la naturaleza terrena, un nuevo ciclo. Hoy da comienzo para el mundo la salvación» (San Juan Darnasceno)_ De origen oriental esta fiesta pasó en el siglo VII a Occidente junto con otras tres fiestas: Anunciación, Purificación y Dormición de la Virgen. Sólo de tres personas celebra la Iglesia su nacimiento: Jesús, María y Juan Bautista. Para los demás el día del verdadero nacimiento a la vida divina es el de su muerte.

La liturgia bizantina canta: «Este es el preludio de la alegría universal- En él han comenzado a soplar los vientos que anuncian la salvación». Se ve nacer en María la aurora de Cristo, la carne limpia que concebirá por obra del Espíritu Santo, la tierra nueva donde Dios pondrá su tienda, su morada, su presencia. «Celebremos con alegría el nacimiento de María, la Virgen, de ella salió el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios» (Antífona de entrada). «Que se alegre la Iglesia … y se goce en el nacimiento de la Virgen María, que fue para el mundo esperanza y aurora de salvación» (Oración después de la comunión).



J. L. O.

Para la Semana

Lunes 6:


1 Corintios 5,1-8. Quitad la levadura vieja, porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual, Cristo.

Lucas 6,6-11. Estaban al acecho para ver si curaba en sábado.


Martes 7:

1 Co 6,1,11. Un hermano tiene que estar en pleito y además entre no creyentes.

Lucas 6,12-29. pasó la noche orando. Escogió a doce y los nombró egoístas

Miércoles 8:
Natividad de la Santísima Virgen Maria. El nacimiento de Maria prepara la encarnación de Cristo, Ella es virgen generosa y madre fecunda.

Miqueas 5,1-4a. El tiempo en que la madre dé a luz. Romanos 8,28-30. Desbordo de gozo con el Señor.

Mateo 1,1-16.18-23. La criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo,

Jueves 9:
En Madrid Santa María de la Cabeza, esposa de San Isidro Labrador, murió como anacoreta el año 1175. Inocencio XII en 1697 confirmaba el culto inmemorial que se le tendía.

1 Corintios 8,Ib-7,11-13. Al pecar contra los hermanos. turbando su conciencia insegura, pecáis contra Cristo.

Lucas 6,27-38, Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo,

Viernes 10:
En Madrid: Beatos Francisco Morales Sedeño, madrileño y José Salvanés de San Francisco, de Villarejo de Salvanés, dominicos, misioneros en Filipinas y Japón, martirizados en Nagasaki el año 1622. Beatificados por Pío IX en 1867,

1 Corintios 9,16-19.22b-27. Me he hecho todo a todos, para ganar a algunos.

Lucas 6,39-42, ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?


Sábado 11:

1 Corintios 10,14-22, Aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.

Lucas 6,43-49. ¿Por qué me llamáis «Señor, Señor, y no hacéis lo que digo?