El otro día un feligrés “presumía” de moto en la puerta de la parroquia: la verdad es que no era una moto, era un “motón”, con todos los extras imaginables (aunque se notaba una ausencia total de cenicero… ¿os he dicho ya que hoy vuelvo a dejar de fumar?). Además de Bluetooth, GPS, ABS, radio, intercomunicadores, asientos y manillares calefactados, etc…, incluso tenía marcha atrás. Eso era lo más gracioso, al menos para un neófito en cuestión mecánica como yo. ¿Quién iba a meterse en un callejón tan estrecho que no pudiera dar la vuelta con la moto? Luego ya me explicaron que también podía ser cuando aparcabas entre dos coches y otra serie de cosas a las que dejé de prestar atención. Creo que nunca tendré moto y mucho menos con marcha atrás. Pero estará bien pensado, si no puedes superar un obstáculo das marcha atrás y ya está. Así vive mucha gente, tristemente. No con motos grandes, sino con marcha atrás.

“Job abrió la boca y maldijo su día diciendo: «¡ Muera el día en que nací, la noche que dijo: “Se ha concebido un varón”! ¿Por qué al salir del vientre no morí o perecí al salir de las entrañas? ¿Por qué me recibió un regazo y unos pechos me dieron de mamar? Ahora dormiría tranquilo, descansaría en paz, (…) Ahora sería un aborto enterrado, una criatura que no llegó a ver la luz. ¿Por qué dio luz a un desgraciado y vida al que la pasa en amargura, al que ansía la muerte que no llega y escarba buscándola más que un tesoro, al que se alegraría ante la tumba y gozaría al recibir sepultura, al hombre que no encuentra camino porque Dios le cerró la salida?»” El pobre Job tiene motivos para dar marcha atrás en su vida, para volver a llegar al comienzo y no querer comenzar. Es la triste vida de los que empiezas a preguntarse porqués , y empiezan a vivir en un pasado que nunca existió y se les escapa un presente que nunca se repetirá. Así es cuando comienzan las depresiones y esas cosas que les pasa a tanta gente. Es muy triste verlos y, como lo hacemos desde fuera no sabemos entenderlos del todo.

Lo que nos enseña el Evangelio es a no mirar atrás, a correr hasta la meta, a superar las dificultades con la gracia de Dios. “De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron:-«Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?» Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.” Santiago y Juan, los “hijos del trueno”, tenían su carácter. Incluso muestran un fe muy grande en Jesús pensando que con decirlo harían caer fuego del cielo (¡la de cosas qué habrían visto!). Pero se olvidaron de cuál era su objetivo: llegar a Jerusalén. Además de una gran falta de caridad. Pero los cristianos no estamos para rencillas, para resolver nuestras pendencias personales que nos encierran en el pasado  y nos hacen olvidar nuestro destino. Tal vez muchas veces nos humillen: Si no nos despistamos de seguir a Cristo nos tiene que dar igual. Si tenemos algo en nuestro corazón, nuestra cabeza, nuestra vida que nos impide avanzar, que nos hace nuestra vida “pesada”, que nos hace vivir del rencor…, eso no es de Dios: Recházalo y sigue a Cristo en la Iglesia.

La Virgen guardaba todas las cosas en su corazón, pero no para pasar factura, sino para ponerlas en manos de Dios. Aprendamos de ella. No presumamos de vivir marcha atrás.