Hoy, si Dios quiere, pasaré el día en Zaragoza. Por un día voy a trabajar -en silencio, por supuesto-, en los últimos detalles del proyecto del nuevo templo y, de paso, aprovecharé para hacer una romería a la Virgen del Pilar. Una romería que consiste en ir, estar y volver rezando el rosario. Contemplando los misterios de la vida de Cristo de la mano de María. Desgranando, en ocasiones despistado, las avemarías y las alabanzas a nuestra Madre la Virgen, que ella presenta a su Hijo. No se puede tener mejor embajadora.

«Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle:

“Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.” Y, desde dentro, el otro le responde: “No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos.” Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros.» La oración del rosario es ese llamar insistentemente a la dueña de la casa, para que se despierte el dueño y nos atienda. Sin duda alguna el rosario ha sido una de las oraciones más atacadas en los últimos tiempos. Nos ponemos a hacer meditación oriental, dinámicas de grupo, autocontemplación de nuestro ombligo,… pero criticamos a quien reza el rosario. Todavía me acuerdo en mis años de seminario que había que ocultarse para rezar el rosario a no ser que quisieras ser motivo de burla y de corrección que tenía de todo menos fraterna. “¡Insensatos gálatas! ¿Quién os ha embrujado?” Destruir esta oración no es una tarea fácil, la ha recomendado la Virgen en sus apariciones y con ese aval se va a cualquier parte. Pero el rosario en las parroquias, en las familias, en nuestros momentos personales ha sido y está siendo muy atacado. Desde que algún gurripato metrosexual se le ocurrió colgárselo al cuello y convertirlo en un adorno se ven muchos rosarios al cuello, pero pocos entre los dedos. Yo he regalado cientos de rosarios, pero he tenido que explicar muchas veces cómo se reza, no sé si con demasiado éxito.

Es cierto que el rosario es una oración que lleva su tiempo, que muchas veces terminas con la impresión de haberlo rezado mal pues estabas despistado. Creo que era San Josemaría el que decía que el rosario peor rezado es el que no se ha rezado. Por eso habría que volver a hacer campaña del rosario, en muchas Iglesias, parroquias, instituciones y órdenes religiosas ya se lleva a cabo. Pero hay que hacerlo algo personal. Recuperar el rezo del rosario en la familia, con los hijos, en el matrimonio, las parejas de novios, los jóvenes. Que se vean menos rosarios en los cuellos y más en los bolsillos, dispuestos a acompañarnos en los momentos de espera, en las filas, en los viajes. Que le demos su tiempo. En un mundo con tantas prisas que bueno es pararse y caminar al paso de María. Recuperar el rosario, que no nos de vergüenza ser muy rezadores.

María es la gran intercesora, ella clamará ante nuestra insistencia y las presentará al Padre, (“¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?”) por su Hijo en el Espíritu Santo. Comenzamos hoy, yendo a la Pilarica.