Tanto el evangelio de ayer como el de hoy nos hablan de estar preparados para el retorno de Cristo. Es esta una enseñanza de la Iglesia que no siempre tenemos presente. Alguna vez ha sucedido que algunos han previsto su llegada inminente y se han equivocado, pero más frecuente es el error contrario: olvidar que el Señor, como ha prometido, va a regresar. Al respecto escribió el recientemente beatificado cardenal Newman: “Sus signos no son tan claros que no haya que buscarlos, no son tan claros que no podáis equivocaros en vuestra búsqueda (…) Es verdad que los cristianos se han equivocado muchas veces y en varias épocas, al pensar que ya advertían la venida de Cristo; pero es preferible pensar mil veces en que Él viene cuando no viene, que pensar una sola vez en que no viene cuando está viniendo realmente”. Y añadía: “Afirmo, por tanto, que aunque los cristianos puedan errar y confundirse sobre los signos de la venida de Cristo, no se equivocan en estar atentos a la llegada del Señor”.

El ejemplo de la parábola nos enseña en qué consiste la espera. No se trata de una ociosidad piadosa, ni de un desentenderse de las cosas. Por el contrario, se nos dice que esperar a Cristo consiste en vivir en constante tensión por su llegada y dicha tensión se resuelve en hacer bien las cosas.

Por su carácter pedagógico la parábola se fija en la reprimenda que va a recibir el empleado que abusa de su condición fiándose de la tardanza del amo. Sin embargo, sabemos, que Cristo también cuenta con nosotros para llevar adelante su plan de salvación. No sólo esperamos su retorno sino que hemos sido llamados a colaborar con Él preparando la llegada del Reino.

Nosotros formamos parte de los que sabemos lo que el amo quiere y, por tanto, debemos ponerlo por obra. Cada jornada es una preciosa oportunidad para colaborar con la obra de salvación. Ello lo hacemos mediante la vivencia de la caridad. Dios nos ha dado mucho y nos exigirá en consecuencia. Pero, nos equivocaríamos si esas palabras las leyéramos o pensáramos desde el temor. Al contrario, la noticia de saber que Cristo vuelve, y que va a coronar su obra redentora, nos llena de una profunda alegría. Gracias a esa noticia, cada mañana se llena de una esperanza que actúa como un motor que nos lleva a hacer todas las cosas sabiendo que Dios está con nosotros.

Ese es el modo de estar preparados. No ante la posible visita inesperada de alguien que nos puede sorprender haciendo las cosas mal. Al contrario, cada día nos preparamos porque estamos expectantes por la venida de Aquel que esperamos. Al emprender la tarea cotidiana con esa esperanza ponemos nuestro corazón en las obligaciones que hemos de desempeñar. Y lo hacemos con alegría, con amor, sabiendo que estamos sirviendo a Dios. Eso llena de sentido nuestra vida y también de gozo. Porque en todo lo que hacemos bien, por amor a Dios, se anticipa la presencia de Cristo. Es recordatorio de su llegada pero también actualización, en nuestro corazón, de su promesa. El Señor no va a faltar a su palabra y va a venir para llevar a su plenitud todo lo que nosotros estamos haciendo por Él.

Que la Virgen María nos ayude a permanecer atentos a la voluntad del Señor y a prepararnos para su retorno.