Hoy escuchamos una acción de gracias del Señor. Los evangelios nos reportan varias y ello ya es significativo, porque siendo Jesús Dios no deja de agradecer, desde su humanidad, por todos los bienes. Así nos enseña a nosotros a darnos cuenta de cómo Dios no deja de beneficiarnos. Nos cerramos tanto en nuestro egoísmo que nos pasan desapercibidos los dones del Señor.

Jesús da gracias porque ha revelado sus designios a la gente sencilla y no a los sabios y entendidos de este mundo. En primer lugar nos indica que Jesús agradece el designio del Padre, porque a éste (al Padre) le ha parecido bien. Aquí nos señala un modo de proceder en nuestra vida. Siempre hemos de agradecer lo que Dios dispone. En un comentario anónimo de los primeros siglos se dice: “No dice por qué razón le ha parecido bien, sino únicamente da gracias al Padre porque así le ha parecido bien.” Participar de este gozo de Jesucristo por la realización del plan de Dios, más allá de las previsiones humanas (porque no es lo que nosotros hubiéramos dispuesto), supone un grado muy alto de unión con su corazón. Entender cómo se realiza la salvación deseada por Dios por caminos impensados sólo es posible por una especial iluminación del Espíritu Santo. Aquí no se habla de una resignación de Cristo sino de un auténtico gozo interior porque se realiza la voluntad de Dios como Él quiere.

Tras esa introducción Jesús se nos presenta como el mediador entre nosotros y Dios. En la preparación para la Navidad es bueno recordar este punto. El misterio de Dios lo conocemos a través de su Hijo Jesucristo. Es en él dónde se nos revela el misterio de Dios y de su amor. El misterio de la Encarnación nos va a revelar la vida íntima de Dios (que es Padre, que es Hijo, que es Espíritu Santo).

Por eso estos días también dirigimos nuestra oración al Padre. Él envía a su Hijo al mundo con una finalidad: liberarnos de la esclavitud del pecado. Pero también para a través de su Hijo comunicarnos la vida divina. Y por todo ello hemos de estar agradecidos. El evangelio de hoy es como una llamada de atención apra que no nos acostumbremos.

En algunas ciudades, como Madrid, ya se ven luces ornamentales por las calles. Alegran el paisaje y quizás estimulan el comercio. Cuando las vemos, y algunas son realmente bonitas, podemos aprovechar para agradecer a Dios, que ha querido redimirnos por el misterio de la Encarnación. Podía haberlo hecho de muchas otras maneras pero ha elegido esta: la de hacerse hombre, compartiendo nuestra suerte y saliendo a nuestro encuentro. Por eso hemos de estar agradecidos. Y del agradecimiento nace también una mejor disposiciòn de corazón. Porque dice Jesús que el Padre muestra estos misterios a los humildes y no a los sabios de este mundo, Y aquí tenemos otra señal: si no damos gracias es porque quizás nos sentimos autosuficientes o somos orgullosos.

Que la Virgen María nos ayude a unirnos al agradecimiento del Señor y también eduque nuestro corazón durante este Adviento para que podamos vivir intensamente la Navidad.