Is 35,1-6a.10; Sal 145; Sant 5,7-10; Mt 11,2-11

Vemos que el desierto y el yermo comienzan a florecer; que se están alegrando con enorme gozo. Contemplamos cómo se fortalecen nuestras manos débiles y nuestras rodillas vacilantes. Nos gritamos: sed fuertes, no temáis, mirad a nuestro Dios que viene en persona. Ved cómo despunta la gloria del Señor y la belleza de nuestro Dios. Los ojos del ciego se despegan, los oídos del sordo se abren, la lengua del mundo canta. Porque el Señor viene a salvarnos. Ya va llegando. Ya está aquí. Los cautivos quedan libres, los desterrados regresan a casa. El huérfano y la viuda son protegidos por su mano benevolente. Y los malvados son derrotados. Comenzamos a ver cómo el Señor reina para siempre.

Ya llega. ¿Quién? ¿Eres tú quien ha de venir o tenemos que esperar a otro? Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo. Lo profetizado por Isaías, lo cantado por el salmo, se hace realidad ante vosotros. La realidad de una persona: Jesús. Los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. La Buena Nueva del reinado de Dios. Es en Jesús en donde se nos ofrece la realidad de ese reinado. Y dichoso quien no se escandalice de él, de que es en él en donde se da cumplimiento al anuncio del profeta. Pasado y presente. Lo pasado se cumple en el ahora de Jesús, hasta el punto de que no se le comprende bien si no es teniendo en cuenta el anuncio de Isaías, esperado desde antiguo. El Mesías ha llegado. Ahí, en este presente evanescente se intercala el anuncio de Juan del Bautista, el mensajero que va delante anunciando esa llegada para que preparemos el camino. Aquí está lo que vemos: el reino de Dios se hace realidad en quien es proclamado Mesías, pues en él se cumple la profecía de Isaías. Palabras del pasado que alcanzan la realidad de nuestro presente, para que nos adentremos en el futuro entero de la redención. El reinado de Dios nos toma en el presente en el que estamos, para que, siguiendo a Jesús, vayamos al futuro que nos espera. Futuro de perdón, de gracia y de misericordia. Futuro que alcanzaremos en el seguimiento de Jesús. Con él, el presente de salvación se hará futuro de realidad. Realidad del Reino. Buena Nueva de la Iglesia, de la que él es cabeza y nosotros cuerpo. Un futuro que en Jesús se hace realidad de presente. Te seguiremos a donde vayas. Y desde este presente anunciador al que nos invita Juan, comenzamos a contemplar y a seguir a Jesús. En él se ha puesto nuestra esperanza. En él creemos. En él encontramos nuestro amor. Él es la Buena Nueva de nuestra salvación de parte de Dios. Seguiremos sus pasos. Hasta donde vaya. Le veremos nacer en Belén, iremos por sus caminos. Llegaremos hasta la cruz. ¿La soportaremos? ¿Dónde encontraremos fuerzas para hacer de este presente de cumplimiento de la promesa la realidad del futuro de nuestra vida?

La carta de Santiago es un sofocón de realismo. ¿Seguro?, ¿tu camino de seguimiento es real y verdadero? ¿Has sembrado presente para que te rinda futuro? No te apresures, en la esperanza de su venida aguarda paciente el fruto en ti de su llegada a ti. Mientras vas recibiendo la lluvia temprana y tardía. Manteneos firmes, la venida definitiva del Señor está cerca. El Juez está a la puerta. Juez, no lo pongáis en duda, pero Juez misericordioso.