Al igual que ayer, cosas de la vida, seguimos acabando el año. Muchos estarán pensando en la fiesta de la nochevieja, otros no. Estoy seguro que entre los que no está la mujer que se ha dedicado en estos comienzos de la parroquia a lavar y planchar los purificadores. Lo hacía con todo cariño y perfección pues esos paños están destinados al culto, para purificar los cálices y las patenas. Lo hacía hasta hace poco pues ahora está en la cama, devorada por un cáncer y si Dios no lo remedia -cuento con vuestra oración por ella-, en breve irá a reunirse con el Señor, a pesar de ser relativamente joven. Su marido y sus hijos la cuidan y desean estar cada momento con ella. Es una mujer buena, piadosa, recia, ejemplo de madre y de esposa cristiana; Dios lo tendrá en cuenta. ha sabido, y sabe desde su enfermedad, servir a Dios en cada momento de su vida, no sólo limpiando purificadores, sino sirviendo a la familia que el Señor le entregó.

“En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones.” ¡Cuantas mujeres en la Iglesia sirven a Dios! Muchas veces en silencio, pasando desapercibidas, pero estoy convencido que mantienen a la Iglesia en pie ante las tonterías que tenemos los curas. Acabando el año podemos seguir con nuestro examen de conciencia: ¿Cómo estoy sirviendo a Dios?. Tal vez muchos descubramos que nos estamos sirviendo de Dios, pero que nos cuesta muchísimo cuando nos pide algo.

Normalmente Dios no nos pide cosas grandes: salvar al mundo de una catástrofe ni flagelarnos en la Puerta del Sol como signo público de penitencia. Dios nos suele pedir que en cada instante hagamos lo que tenemos que hacer y lo hagamos con amor, con entrega, con dedicación. Lo que pasa es que muchas veces no estamos haciendo lo que tenemos que hacer, sino otra cosa, despistados por el mundo y las pasiones. San Juan no se cansa de repetírnoslo: “Os repito, jóvenes, que sois fuertes y que la palabra de Dios permanece en vosotros, y que ya habéis vencido al Maligno. No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. Porque lo que hay en el mundo -las pasiones de la carne, y la codicia de los ojos, y la arrogancia del dinero-, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa, con sus pasiones. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”

Ojalá Dios nos encuentre como a Ana, haciendo lo que teníamos que hacer. El que vive pensando en lo que sería o seriese pierde la vida, la presente y la futura. Sin embargo el que está atento a las gracias que Dios le da en cada instante, aunque parezca que pierde la vida, la gana. Ojalá el nuevo año nos ayude a estar en lo que hacemos y hacerlo siempre como lo haría la Virgen, desde lavar unos purificadores a saber estar con el marido, la mujer o los hijos.